Y les dijo [Pablo]: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos respondieron: No, ni siquiera hemos oído si hay un Espíritu Santo… (Hechos 19:2).
La vida cristiana se fundamenta sobre oír el mensaje del evangelio. En el evangelio oír y recibir tiene una importancia fundamental. La fe viene por el oír… No podemos creer si no hemos oído el evangelio. Y oír tiene que ver con todo el consejo de Dios. Podemos simplificar el mensaje a las cuatro leyes espirituales básicas, que pueden ser útiles para empezar, pero no podemos quedarnos ahí, el evangelio es un mensaje más amplio, incluye todo el consejo de Dios. A menudo decimos «hemos ido a predicar el evangelio» pero lo que hemos anunciado es algo de lo que el evangelio ha hecho en nuestras vidas. Muy parcial. Tal vez hemos predicado algún aspecto del evangelio pero hemos dejado otros. Y todo ello porque no hemos oído.
Hablamos lo que sabemos y lo sabemos porque lo hemos oído y recibido. Si hemos recibido un evangelio parcial predicaremos un evangelio corto. Fue el caso del elocuente Apolos, un gran predicador, poderoso en las Escrituras, ferviente de espíritu, elocuente, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús, aunque solo conocía el bautismo de Juan (Hch.18:24-25). Predicó en una sinagoga, lo hizo con denuedo, pero cuando le oyeron Priscila y Aquila lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios (Hch.18:26).
Meditemos. ¿Qué predicamos? No basta con hablar de la Biblia, muchos lo hacen pero no alcanzan a transmitir con exactitud el camino de Dios. Pueden ser elocuentes, fervientes y conocedores de la Escritura pero siempre estarán limitados por lo que han aprendido y solo podrán dar lo que tienen, no lo que no saben. Apolos solo sabía acerca del bautismo de Juan. Eso era necesario y bueno, pero no era la totalidad del evangelio. Había que ir más allá. Cuando Pablo llegó a Efeso encontró a algunos discípulos (¡eran discípulos!) que no habían oído hablar del Espíritu Santo cuando creyeron. Piensa. Eran discípulos, habían creído el evangelio pero solo una parte del mismo que no contenía la obra del Espíritu. Solo habían sido bautizados en el bautismo de Juan. Estaban satisfechos, pero incompletos. Así tenemos hoy a muchos cristianos.
Nuestra fe está limitada a lo que hemos oído y creído. Puede ser una parte del evangelio o todo el evangelio, lo cual limitará o ampliará nuestras experiencias.