Mientras Pedro aún hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje (Hechos 10:44).
La predicación de Pedro estuvo focalizada sobre la persona de Jesús, y el Espíritu Santo iba a dar testimonio juntamente con el apóstol tal y como les había enseñado el Maestro. «Cuando venga el Consolador, a quién yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio» (Jn.15:26,27). Pedro había dicho que «este Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos. De este dan testimonio todos los profetas, de que por su nombre, todo el que cree en El recibe el perdón de los pecados». Una vez dicho esto y sin que Pedro hubiera acabado el discurso irrumpió el Espíritu Santo derramándose sobre todos los que escuchaban el mensaje.
Aquí tenemos la combinación de los factores decisivos en toda evangelización. Hemos tenido oración, la oración de Cornelio y la de Pedro. Vimos cómo el Espíritu de Dios se movió para conectar a ambos de una manera sobrenatural. Era necesario anunciar el evangelio por uno de los testigos del mensaje que ahora escuchaban los gentiles por primera vez. Cuando todos esos factores convergieron en un punto el Espíritu Santo fue derramado como en el día de Pentecostés.
Meditemos algunas cosas. Me llama la atención que el Espíritu Santo vino sobre todos los que escuchaban el mensaje. Oír la palabra, recibir la palabra y recibir el Espíritu Santo otra vez juntos. Palabra y Espíritu siempre unidos. Jesús dijo que hay que nacer del agua (figura de la palabra Ef.5:26; Stg.1:18; 1 Pedro 1:23) y del Espíritu.
Si pretendemos orar por personas que no han oído la palabra de verdad, el evangelio de salvación, para que sean llenos del Espíritu antes de oír el mensaje estamos alterando el orden de Dios y manipulando seguramente la obra del Espíritu. El Espíritu Santo confirma la palabra predicada por testigos que se mueven en unidad con Él. Más cosas. Pedro aún hablaba, no hubo ministración al estilo moderno, la predicación movió al Espíritu de tal forma que irrumpió sin previo aviso en la reunión y todos los que escuchaban el mensaje con suma atención fueron llenos del Espíritu. No hubo manipulación emocional mediante música elevada con instrumentos de percusión descontrolados. No. Había palabra de Dios en boca de un testigo, un discípulo. Fue suficiente para que el cielo confirmara el mensaje y sellara una nueva congregación de gentiles.
La predicación del evangelio precede al derramamiento del Espíritu.