Pasaron por la región de Frigia y Galacia, habiendo sido impedidos por el Espíritu Santo de hablar la palabra en Asia, y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió (Hechos 16:6-7).
Los creyentes tenemos a menudo un vocabulario aparentemente bíblico que no siempre concuerda con la verdad de las cosas. Cuando encontramos oposición a lo que pensamos es la voluntad de Dios decimos que el diablo se nos opone y hay que resistirle, pero no siempre es así. Sabemos que predicar el evangelio es la voluntad de Dios, y damos por hecho que debemos hacerlo en cualquier lugar y situación, pero el pasaje que nos ocupa nos enseña que podemos estar muy equivocados. El mismo apóstol Pablo aprendió en este caso que puede tener impulsos y deseos que no concuerdan con la voluntad expresa del Espíritu Santo que es quién dirige la obra misionera. El apóstol de los gentiles acabó comprendiendo que era el Espíritu de Dios quién se les estaba oponiendo y no el diablo. Curiosamente cuando llegan al primer lugar donde el Espíritu les dio permiso de anunciar el evangelio acabaron con sus huesos en la cárcel de Filipos. Todo parecía ocurrir al revés de lo pensado. Sin embargo, Pablo y su equipo de trabajo estaban sujetos a la dirección del Espíritu. Era obediente más allá de sus propias iniciativas y pensamientos lógicos. Fueron impedidos de hablar la palabra en Asia, probaron en otro lugar y el Espíritu de Jesús no se lo permitió. ¡Cómo es posible! Esto no parece encajar con el mandamiento de la gran comisión.
Jesús había dicho: id a todas las naciones, pero ahora impedía que entraran en ciertas regiones ¿por qué? El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Jn.3:8). El poeta dijo: se hace camino al andar. El Espíritu les impidió predicar la palabra en Asia, Misia y Bitinia, pero los encaminó a Macedonia, es decir, a Europa, y de esta manera el evangelio penetraba en el continente donde iba a ser establecido ampliamente. Andar en el Espíritu se aprende caminando con el Espíritu. No siempre tenemos la certeza plena de andar en los caminos de Dios, pero el Señor ordena nuestros pasos si vivimos en obediencia a su voluntad. Pablo lo aprendió y llegó con el evangelio a Europa.
Podemos estar dispuestos a hablar la palabra pero aún más importante es oír lo que dice el Espíritu y seguirlo.