Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Juan 20:21,22).
Jesús ha muerto, ha sido sepultado y se ha levantado de la muerte. La resurrección ya ha comenzado a ser revelada a los suyos; con ciertas reticencias van comprendiendo algo de lo que ha ocurrido en la ciudad de Jerusalén los últimos días. El Mesías ha resucitado, pero aún no ha sido glorificado a la diestra del Padre. Los siguientes cuarenta días Jesús les va a hablar del reino a los discípulos, las últimas instrucciones antes de partir. En uno de esos cuarenta días, después de haberse manifestado a los suyos antes, otra vez se presenta, en esta ocasión sopla sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo. Interesante escena. Me recuerda la experiencia del profeta Ezequiel en el capítulo 37 de su libro. El Espíritu del Señor le puso en medio de un valle lleno de huesos secos. Luego le dijo que profetizara al espíritu, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie. Más adelante dice: Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os pondré en vuestra tierra.
Ahora tenemos a Jesús soplando sobre los apóstoles para que reciban el Espíritu Santo. Sin embargo, el contexto de los acontecimientos nos muestra que no se produjo ninguna experiencia sobre los discípulos, más bien parece que el Señor les está impartiendo la promesa del Padre que deberá manifestarse en unos días. Les transmite la comisión que el Padre le había encomendado a Jesús. Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío.
La tradición judía muestra esta verdad en diversos acontecimientos relevantes de su historia. Lo vemos en la bendición de Jacob a sus doce hijos antes de morir. Lo vemos en la despedida de Moisés y la comisión a Josué. También cuando Elías fue llevado al cielo y transmitió a Eliseo la continuidad de la obra, prefigurada en el manto del profeta de fuego. Jesús dice: Recibid. Como diciendo: tened la disposición de hacerlo, estad preparados para el momento oportuno. Lo declaró en fe, esperando la promesa del Padre, el día cuando llegaría en plenitud el Espíritu. Lo sabemos porque no vemos ninguna manifestación evidente de la obra del Espíritu en ellos, sin embargo, después de Pentecostés se hizo manifiesto a todo el pueblo que el Padre envió la promesa y los discípulos fueron transformados y capacitados para la obra.
La obra del Espíritu en los discípulos es un proceso gradual hasta la plenitud, con diversos repartimientos del Espíritu en momentos distintos.