Cuando venga el Consolador, a quién yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio (Juan 15:26-27).
Vemos cómo una y otra vez el Señor apela a sus discípulos para que tengan presente la obra futura del Espíritu sobre ellos. Les recuerda una y otra vez en el mismo discurso que vendrá el Consolador, enviado del Padre en su nombre, que es el Espíritu de verdad, para que anuncien el evangelio de la verdad. Jesús dice que el Espíritu les enseñará, les recordará todo lo que él mismo les ha enseñado y además dará testimonio de él. Por tanto no hay lugar a equívocos.
El Espíritu Santo reafirma la enseñanza del Maestro y la sella en la vida de aquellos que han de dar testimonio también. El Señor les habla a los suyos de una combinación perfecta entre el Espíritu y aquellos que han de anunciar el mensaje, ambos dan testimonio en unidad y dependencia.
El Espíritu de Dios busca hombres fieles y estos deben someterse a la voluntad del Espíritu para dar testimonio de la verdad. Es el principio de Pablo a Timoteo. Esta comisión te confío, hijo Timoteo, conforme a las profecías que antes se hicieron en cuanto a ti, a fin de que por ellas pelees la buena batalla (1 Tim.1:18). No descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de la profecía con la imposición de manos del presbiterio (1 Tim.4:14). Luego le recuerda que avives el fuego de don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos (2 Tim. 1:6). Y también le dice: Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado (2 Tim. 1:14). El Espíritu dando testimonio y aquellos que han sido llamados también.
Pablo nos da el proceso que debe seguir la revelación de Dios pasando de generación en generación. Y lo que has oído de mí en la presencia de muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros (2 Tim.2:2). Este es el modelo de Dios para transmitir la fe a las futuras generaciones. Recordemos una palabra más de Pablo a Timoteo: Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad (2 Tim.2:15). El Espíritu de Dios no da testimonio de sí mismo, el obrero de Dios tampoco debe dar testimonio de sí mismo, sino de aquel que lo compró y lo envió para dar testimonio de Jesús.
El Espíritu da testimonio de Jesús y nosotros también debemos hacerlo.