Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu… (1 Corintios 12:8).
La fuente de sabiduría de la que estamos hablando es el Espíritu Santo, por tanto, es una sabiduría espiritual (1 Co.2:6-8). La Escritura diferencia diversos tipos de sabiduría. Hay sabiduría espiritual que procede del Espíritu de Dios y reposó sobre el retoño del tronco de Isaí, un vástago sobre el que reposaría el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y conocimiento (Isaías 11:1-2).
Pablo dice que en él, el Mesías, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col.2:1-3). También se le llama sabiduría de lo alto, que es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía (Stg.3:17).
Por otro lado se menciona la sabiduría que es terrenal, animal y diabólica que se manifiesta en forma de celos amargos, ambición personal, arrogancia, miente contra la verdad, y produce confusión y toda cosa mala (Stg.3:14-16). Por toda la Escritura se nos insta a adquirir la sabiduría de Dios, especialmente el libro de Proverbios fue escrito con ese fin: «para aprender sabiduría e instrucción» (Pr.1:1,2). «Lo principal es la sabiduría; adquiere sabiduría, y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia» (Pr.4:7). Se nos dice que si alguno tiene falta de sabiduría la pida a Dios, el cual da abundantemente, y sin reproche le será dada (Stg. 1:5). Esa es la voluntad de Dios para sus hijos, que seamos sabios.
Ahora bien, además de todo ello, tenemos el don de sabiduría que es dado a algunos en el cuerpo del Mesías para su edificación. Este don lo vemos actuando en Salomón cuando supo discernir quién de las dos mujeres que reclamaban la maternidad del hijo vivo era la verdadera (1 Reyes 3:24-28). Lo vemos en la vida de Abigail, mujer de Nabal, cuando evitó la ruina de su casa por la decisión necia de su marido al no atender a los enviados por David, y a éste le impidió una mancha en su futuro reino por la precipitación del juicio (1 Sam.25:28-33). Lo vemos en la respuesta del Maestro cuando los fariseos le trajeron a la mujer sorprendida en adulterio: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Jn.8:7). Y también cuando le preguntaron sobre si era lícito dar tributo a Cesar, respondiendo magistralmente: «Dad a cesar lo que es de cesar, y a Dios lo que es de Dios» (Mt.22:21).
Este don resuelve situaciones complejas que parecen irresolubles. Cristo nos ha sido hecho sabiduría de Dios (1 Co.1:30).
El don de sabiduría es dado a algunos para resolver situaciones específicas, que parecen imposibles, abriendo un camino donde no se ve.