… A otro, profecía… (1 Corintios 12:10).
Este es uno de los dones del que tenemos más enseñanza e instrucción. Antes de nada debemos decir que profetizar no te hace profeta, el don es una manifestación puntual, mientras que el profeta es una función ministerial dada por Dios desde el vientre de la madre.
Este don puede avanzar información futura, como en el caso del profeta Agabo (Hch. 21:10-11), pero sobre todo tiene que ver con la edificación, exhortación y consolación de los hermanos (1 Co.14:3). Es, pues, un don, no para dirigir la vida, sino para estimular, reafirmar, consolar, en definitiva edificar la fe. Como está escrito: «Siendo Judas y Silas también profetas, exhortaron y confortaron a los hermanos con un largo mensaje» (Hch. 15:32). Aquí tenemos un ejemplo de cómo la predicación puede ser también una forma de profetizar para estimular y animar a los hermanos.
Felipe, el evangelista, tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban (Hch. 21:8-9). El día de Pentecostés vino el Espíritu Santo y «vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y aún sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré de mi Espíritu en esos días, y profetizarán» (Hch. 2:16-18).
Una vez más hay que recordar que puede haber excesos, mezclas y confusiones, por eso dice el apóstol que «los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz» (1 Co.14:32-33).
Las profecías no deben guiar nuestra vida, sino el Espíritu Santo; pero el Espíritu puede usar la profecía para incentivarla (1 Tim. 1:18). No debemos menospreciarlas (1 Tes. 5:19-20). Hay que probarlas (1 Co.14:29); y siempre contrastarlas con la verdad revelada en la Escritura; nunca la profecía puede contradecirla, no es de interpretación privada o personal, sino que debe estar íntimamente ligada al Espíritu Santo (2 Pedro 1:20-21).
Jesús es el cumplidor de profecías. El Mesías es el centro de toda profecía, porque en él tenemos toda la plenitud, es quién abre los sellos, las trompetas y las copas que nadie puede abrir (Apc. 5:1-5); «el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Apc. 19:10). Se nos insta a buscar este don (1 Co.14:1), y debemos usarlo conforme a la medida de fe recibida (Ro.12:6). Por tanto, el don de profecía incluye dar un mensaje directo como una predicación elaborada.
No debemos temer el don de profecía, debemos usarlo bajo la guía del Espíritu, y siempre probar su mensaje según las Escrituras. Si así lo hacemos habrá paz, edificación, consolación, exhortación y edificación.