128 – El fruto del Espíritu – paciencia

La vida en el EspírituMas el fruto del Espíritu es… paciencia…  (Gálatas 5:22).

         Se dice popularmente que «la paciencia es la madre de todas las ciencias». Es evidente que las personas pacientes —no lentas— por naturaleza, tienen cierta ventaja en muchos casos a lo largo de la vida. Digamos que sobrellevan mejor algunas circunstancias que a la mayoría le pueden afligir. Esperar siempre es doloroso, pero hay quienes lo soportan mejor. En mi caso suelo ir acompañado de un libro por si a lo largo del día tengo que «sufrir» cualquier espera y ello me inquieta. Un libro a mano es una buena forma de sobrellevar mejor ciertas esperas en la vida.

Hay otras esperas que tienen que ver con: «la esperanza que se demora enferma el corazón, pero el deseo cumplido es árbol de vida» (Pr.13:12). La impaciencia trae consigo aflicción para el que la tiene y quién la soporta. Pero no estamos hablando de este tipo de paciencia natural, hablamos de un fruto del Espíritu, y como tal, emana de Dios mismo.

El Señor «es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Vivimos un tiempo cuando nos es necesaria la paciencia, para que «habiendo esperado con paciencia, obtener la promesa» (Heb. 6:15). El apóstol Santiago nos exhorta de la siguiente manera: «Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también vosotros pacientes; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca… Hermanos, tomad como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. Mirad que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso» (Stg. 5:7-11).

Está escrito que «con vuestra paciencia ganareis vuestras almas» (Lc.21:19). ¡Tan necesaria nos es la paciencia! y a la vez está vinculada a la llenura del Espíritu. Ser pacientes según la voluntad de Dios es manifestar el fruto del Espíritu. Debemos ser pacientes para con todos (1 Tes.5:14). Esta apelación está opuesta al hombre natural, se dirige al hombre renacido, el espiritual, aquel que vive lleno del Espíritu y no solo corre detrás de los dones espirituales para competir con otros, sino que manifiesta la paciencia de aquellos que son de Dios.

         La prueba de nuestra fe produce paciencia; fruto del Espíritu que emana de la misma naturaleza de Dios.

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