Mas el fruto del Espíritu es… (Gálatas 5:22).
A partir de esta nueva meditación quiero hacer un recorrido por las nueve manifestaciones del fruto del Espíritu según la enseñanza del apóstol Pablo en Gálatas. Conocer la obra del Espíritu tiene que ver con discernir su naturaleza, el fruto que produce; de todo ello encontramos amplia enseñanza en la Escritura.
La máxima esencial es que el Espíritu glorifica a Jesús, enseña lo relacionado con la doctrina del Maestro de Galilea, que a su vez era y es la palabra del Padre enviada a la tierra. El Espíritu no habla de sí mismo, siempre lo hace para revelar a Jesús, su obra, su enseñanza, su gloria. Aquí tenemos las claves esenciales para distinguir la obra del Espíritu en medio de un océano de mezclas espurias y falsificaciones de su obra. Jesús dijo: «por sus frutos los conoceréis».
Hemos visto hasta ahora una relación de muchas de las manifestaciones del Espíritu, así como de los dones ministeriales en la vida de personas, hombres y mujeres, llenas del Espíritu. También hubo y hay falsos maestros, falsos profetas, y falsas manifestaciones atribuidas al Espíritu, pero que tienen una fuente distinta. Debemos «probar los espíritus para ver si son de Dios» (1 Jn.4:1). El apóstol Juan nos da una clave para probarlos. «En esto conocéis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo» (1 Jn.4:2-3).
Se trata de reconocer y confesar la encarnación del Hijo de Dios, con todas sus implicaciones, en la redención efectuada en su totalidad. Además, las personas que dicen hablar de parte del Espíritu deben manifestar un carácter conforme a la naturaleza del mismo Espíritu. El Espíritu de Dios es el Espíritu de santidad, por tanto, nadie que hable por el Espíritu puede buscar su propia gloria. La obra de cada uno quedará expuesta a la luz del fruto que da.
Podemos impresionar a otros durante un tiempo mediante los dones recibidos, pero el fruto del carácter maduro del vaso escogido manifestará, más pronto o más tarde, quién gobierna y dirige su corazón. Los dones son el resultado de la gracia inmerecida de Dios; el fruto del Espíritu manifiesta su naturaleza y el carácter de Jesús en nuestro diario vivir. El fruto del Espíritu viene como consecuencia de una vida crucificada con Cristo. Los dones pueden manifestarse pronto, el fruto es más lento y precisa un recorrido más largo.
El fruto del Espíritu es como un árbol divino ramificado en nuestras vidas para transformar nuestro carácter.