Mas el fruto del Espíritu es… bondad… (Gálatas 5:22).
En la misma línea del fruto visto anteriormente, la bondad viene a ser gemela de la benignidad. Dios es bueno, dice el salmista. «Probad y ved que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en El se refugia!» (Sal. 34:8). El fruto del Espíritu es bondad, de la misma naturaleza de Dios. Por eso, en el intercambio que se realiza en la vida de los hijos de Dios cuando son renacidos de simiente incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre, podemos participar de su misma naturaleza por el Espíritu Santo.
«Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia» (2 Pedro 1:3-4). Este milagro es el que produce el poder del evangelio cuando es recibido.
Por eso dice Pablo: «no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación, a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego» (Ro.1:16). Es imposible producir el fruto del Espíritu sin que haya ocurrido el milagro de la nueva vida en Cristo mediante el poder del evangelio. Los parches religiosos no ayudan en este caso. La aceptación de una liturgia o un código ético de conducta tampoco. Se debe originar un cambio de naturaleza. De la maldad a la bondad. De estar muertos en delitos y pecados, a la nueva vida que solo puede producir el Hijo de Dios en nosotros cuando nos rendimos a él.
Por eso dice el apóstol Juan: «El que tiene al Hijo, tiene la vida; pero el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida» (1 Jn.5:12). Por tanto, si hay nueva vida el fruto del Espíritu será la consecuencia lógica, y una de sus manifestaciones es la bondad. El fruto del Espíritu es bondad.
Ahora podemos perdonar donde antes odiábamos. Ahora es posible la reconciliación, donde antes solo había disputas y rencores. Ahora es posible abandonar las obras de la carne y producir el fruto del Espíritu. Unidos a Jesús es posible, separados de él nada podremos hacer. Pablo dice que los que practican las obras de la carne no pueden heredar el reino de Dios. Aquellos que practican el pecado no son de Dios, la verdad no está en ellos, y por tanto, no pueden manifestar la naturaleza de Dios.
Dios es bueno y no hay ninguna injusticia en El. Los que han recibido su misma naturaleza manifiestan el fruto de bondad y justicia en sus vidas.