Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que ciertamente habría una gran hambre en toda la tierra. Y esto ocurrió durante el reinado de Claudio (Hechos 11:28).
El evangelio se extiende fuera de las fronteras de Jerusalén. Nos encontramos en Antioquia de Siria, una ciudad muy importante de la época, al norte de Israel. Las congregaciones que iban surgiendo tenían un fuerte componente carismático, es decir, estaba muy presente el que los hombres y mujeres que anunciaban el evangelio eran personas llenas del Espíritu, incluso hombres y mujeres sin renombre, sencillos, anónimos, este fue el caso de la nueva congregación surgida en Antioquia.
El fluir del Espíritu en la vida de los hermanos era lo normal. Las manifestaciones espirituales acompañaban la predicación y confirmaban la proclamación del evangelio. A nadie se le ocurría oponerse sino que trabajaban en compañía del Espíritu de manera natural dentro de lo sobrenatural. Bernabé y Saulo se congregaron durante todo un año con los hermanos de Antioquia y enseñaban a las multitudes, lo cual quiere decir que el crecimiento fue asombroso en poco tiempo. Surgieron muchos discípulos y a estos se les llamó cristianos por primera vez en esta ciudad de Siria. Europa aún no sabía nada del evangelio. Fue en Oriente Medio donde surgió el mensaje que alcanzaría a todo el mundo y transformaría la historia de la humanidad para siempre, no debemos olvidarlo.
Por aquel tiempo llegaron un grupo de profetas de Jerusalén a Antioquia, lo cual nos muestra una vez más el componente pneumático de las primeras congregaciones. Y entre ellos había uno llamado Agabo que daba a entender por el Espíritu que vendría una crisis económica que provocaría hambre en toda la tierra. La congregación siriaca tomó buena nota de ello, aceptó y recibió el mensaje del profeta Agabo adoptando decisiones prácticas para ayudar a los hermanos de Judea, donde parece que el hambre fue mayor.
Recordemos que la iglesia de Jerusalén que había tenido todas las cosas en común durante un tiempo y a nadie le faltaba nada, ahora se iban a encontrar en necesidad y fueron los hermanos de otros lugares quienes tomaron la iniciativa de ayudarlos. Surgió así la reciprocidad que produce el evangelio. Los hermanos de Judea habían llevado la buena nueva, siendo beneficiados de las bendiciones espirituales, y ahora los hermanos de Antioquia, en mejor condición económica, ayudaron a sus hermanos de la capital judía.
La vida en el Espíritu anticipa dificultades económicas para tomar medidas prácticas que puedan paliarlas lo mejor posible.