Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quién el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho (Juan 14:25-26).
Jesús insiste en la próxima llegada del Consolador y Ayudador. Lo enviará el Padre en su nombre para que enseñe a los suyos y les recuerde la enseñanza de Jesús. Por tanto, tenemos que algunas de las operaciones esenciales del Espíritu de Dios son enseñarnos y recordarnos la verdad que Jesús ha anunciado. Aquí tenemos un principio básico de interpretación y clarificación en los casos de controversia: el Espíritu Santo nunca contradice la enseñanza de Jesús, sino que la recuerda. El Espíritu no trae cosas nuevas, sino las que ya han sido anunciadas por el Hijo de Dios. No hay ninguna posibilidad de contradicción en esto. Dios es Uno, y actúa en perfecta unidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pablo llega a decir en 2 Corintios 3:17 que «El Señor es el Espíritu». Son Uno, y Jesús y el Padre son Uno también (Jn. 17: 21). Por tanto, nadie puede decir que habla por el Espíritu y llamar a Jesús anatema, o decir que no se ha manifestado en carne (1 Co.12:3) (1 Jn. 4:2,3). Hay que probar los espíritus para saber si son de Dios.
Los discípulos de Jesús estamos ligados a depender del Espíritu de verdad y su acción en nosotros, de otra manera no podremos anunciar el evangelio de la verdad, sino otros evangelios. La continuidad del mensaje de Dios está unida al Espíritu de verdad y a hombres fieles. Debemos guardar el buen depósito, como Pablo le dijo a Timoteo. Pelear la buena batalla de la fe, combatir ardientemente por la fe que ha sido dada una vez a los santos, debemos combatir por la verdad del evangelio, y para ello estamos ligados a una dependencia esencial: el Espíritu de verdad.
En algunas ocasiones las verdades del evangelio han sido olvidadas y llegado el momento el Espíritu de Dios las ha vivificado, para que la verdad de Dios olvidada o deformada sea nuevamente liberada por el Espíritu de verdad en boca de hombres fieles, dispuestos a ser testigos de ella ante la oposición mayoritaria, en ocasiones, de las instituciones religiosas. Paradójico, pero muy histórico. La historia de la iglesia está llena de lo que acabo de decir. Hay muchos ejemplos de ello. Ahora bien, no hablo de nuevas revelaciones en boca de iluminados, sino de verdades olvidadas, reveladas en la Escritura, que durante un tiempo son escondidas a los hombres. A veces por generaciones.
El Espíritu de verdad nos recuerda la verdad que está en Jesús y siempre la confirma, nunca la contradice.