El evangelio son buenas nuevas en el eje central de su mensaje, pero su inicio, es decir, el primer testimonio de proclamación tiene que ver con la impiedad de los hombres; sin este hecho irrefutable de la historia humana no hay necesidad de ningún evangelio. Porque el evangelio es redención, y si no hay iniquidad no se necesita redención, por tanto, evangelio.
El apóstol de los gentiles, en su carta más teológica, ―la de Romanos―, inicia la exposición de «su evangelio» enfatizando que es de Dios (1:1); es también el evangelio de su Hijo (1:9); y añade, que está dispuesto para anunciarlo (1:15) a los que viven en Roma. Luego introduce el potencial que contiene el mensaje eterno, es poder de Dios para salvar (1:16); por ello no se avergüenza de anunciarlo a las naciones; dejando claro que en el evangelio la justicia de Dios se revela por la fe, como estaba escrito por el profeta Habacuc: Mas el justo por la fe vivirá (1:17).
Una vez hecho el preámbulo de lo que a continuación va a exponer ampliamente, el apóstol da inicio a su exégesis con este pasaje:
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que detienen con injusticia la verdad (1:18).
De tal forma que podíamos decir que la exposición del evangelio comienza con la ira de Dios. El primer mensaje no es «Dios te ama», sino «Dios está airado» contra toda impiedad de los hombres. Vivimos en un tiempo donde las manifestaciones de impiedad se han ramificado tanto que actúan como un cáncer cuya metástasis está ampliamente extendida hasta alcanzar a todos los miembros del organismo, en este caso, el organismo de la sociedad actual.
Estos días hemos tenido una manifestación más de ese aumento de maldad en la desaforada respuesta que las autoridades, políticos y medios han dado a la campaña que la asociación civil HazteOir está llevando a cabo, mediante un autobús, en el que se puede leer algo tan obvio como lo siguiente: «Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen».
Nuestra sociedad ha torcido tanto la realidad de la ley natural, que lo normal se ha vuelto extraño, y lo contranatural se pretende imponer como usual. Toda una ingeniería social para transformar la realidad mediante ideologías, palabras corrompidas por su falsedad, aunque con apariencia de piedad; porque esta manipulación se esconde tras una supuesta intención de luchar por los derechos civiles de los marginados por su «género», de tal forma que las opciones más inverosímiles y minoritarias del colectivo LGTBI pretende imponerlas a toda la sociedad desde el adoctrinamiento de nuestros hijos en el colegio y los medios de comunicación.
En definitiva, la impiedad se presenta como un derecho, y el que no lo acepta es tachado de intolerante, por tanto, enemigo de la sociedad siendo señalado para ser excluido. Nada nuevo debajo del sol. Mientras tanto, el orden creacional de un hombre y una mujer para formar una familia se ha convertido en el enemigo a combatir desde la fuerza del Estado; un Estado totalitario que no admite oposición. Por ello, ahora mismo, el autobús mencionado se encuentra «cautivo» en Madrid porque la fiscalía ha abierto diligencias con el argumento de que su mensaje incita al odio. Detienen con injusticia la verdad.
Pues bien, ante un caso más del deterioro moral y decadente de nuestro siglo, nos encontramos que el evangelio que el apóstol Pablo predicó hace más de dos mil años, inicia su enfoque con la ira de Dios que se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. El primer mensaje del evangelio es un llamado al arrepentimiento. ¿Arrepentimiento de qué? De la impiedad de los hombres. Y cuando existe ese primer paso de arrepentimiento, al que le sigue la fe en aquel que ama al pecador, se despliega en toda su potencia el amor de Dios que limpia y restaura a la persona de su naturaleza mala, para darle un renacimiento espiritual que lo dignifica hasta el grado más alto de humanidad.
La buena nueva consiste en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Y lo hizo para redimirnos, rescatarnos de la impiedad y andar en novedad de vida, alejados del sistema de este mundo, y ser trasladados el reino de su Hijo amado. Una nueva posición ante el Creador es ahora la mejor de las noticias. Justificados. Libres de la ira de Dios. Ya no estamos bajo condenación, sino bajo la gracia soberana. Pero el que rehúsa creer en el Hijo, el Redentor del mundo, no verá la vida, sino que la ira de Dios «permanece LBLA» sobre él (Jn .3:36).