… A otro, discernimiento de espíritus… (1 Corintios 12:10).
Vivimos tiempos de gran confusión y mezcla, que, aunque no es nada nuevo, sí lo es en su amplitud y predominio. Jesús dijo que en los últimos tiempos habría un aumento de la maldad, y el amor de muchos se enfriaría (Mt. 24:12).
Cada vez el engaño se hace más sutil, la mezcla y la imitación más refinada, por lo que es imprescindible para la iglesia del Señor manifestar la necesidad de todos los dones en general y este que nos ocupa en particular.
Nuestra lucha es contra «huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales» (Ef.6:12). No podemos ignorar sus maquinaciones (2 Co.2:11). Necesitamos el don de discernimiento de espíritus. El apóstol Juan nos dice que no creamos a todo espíritu, sino que probemos los espíritus, si son de Dios (1 Jn.4:1), porque hay muchos falsos profetas en el mundo.
A veces la confusión se da entre los mismos hermanos y discípulos. Jesús tuvo que decirles en una ocasión a los suyos «de que espíritu sois» (Lc.9:55), porque habían confundido las cosas. Por tanto, tenemos que discernir los espíritus en las personas, y también en aquellos que predican y enseñan, esto fue lo que hicieron los ilustres hermanos de Berea al mismísimo Pablo.
El apóstol de los gentiles discernió que los gálatas habían sido fascinados por falsos predicadores (Gá.3:1). Hoy parece que la ingenuidad es de tal magnitud que cuando alguien usa términos bíblicos o religiosos los damos por buenos sin más. Necesitamos discernir, y esto viene por la madurez de los creyentes (Heb. 5:14).
También hay el don de discernimiento en algunos hermanos. Lo vemos en Pablo cuando entendió quien operaba detrás de la chica que les presentaba como «siervos del Dios Altísimo, quienes os proclaman el camino de salvación» (Hch. 16:17) y era un espíritu de adivinación; «esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: ¡Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella! Y salió en aquel mismo momento». También supo discernir quién actuaba en Elimas el mago en la isla de Chipre (Hch.13:4-12).
Pedro lo tuvo cuando supo del engaño de Ananías y Safira, también en el caso de Simón el mago en la ciudad de Samaria. Jesús dijo: «Por sus frutos los conoceréis».
Están de moda los títulos de apóstol y otros, pero debemos probar si son apóstoles o no lo son, sino mentirosos (Apc.2:2). Hay «falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo» pero no lo son (2 Co.11:13-15). Babilonia y su mezcla han rebrotado.
Discernir los espíritus en las personas es vital para el avance de la verdad del evangelio en las naciones. El engaño es masivo, el don necesario.