Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor (Hechos 4:31).
El milagro de un cojo de nacimiento había puesto patas arriba la ciudad de Jerusalén, sin embargo, pocos días antes, el mismo Jesús había realizado muchos milagros en el mismo lugar (Mateo 21:14) y la respuesta no había sido la misma. Ciertamente había surgido un alboroto con la entrada de Jesús en Jerusalén, pero los milagros realizados por él sobre ciegos y cojos no tuvieron la misma repercusión que el cojo que Pedro y Juan habían sanado en la puerta de la Hermosa. Jesús había dicho que los apóstoles harían mayores obras que él (Juan 14:12-14), o tal vez con más repercusión… aunque ciertamente era Jesús, mediante el Espíritu, quién hacía las obras a través de los apóstoles. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Bien.
La oposición de las autoridades sobre los testigos de Jesús había producido una reunión de oración, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Al oír ellos esto, unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron… (Hch. 4:23,24). La vida de oración de la congregación estaba en un punto muy alto. Formaba parte de su hábitat natural, por tanto, vinieron a exponer su causa delante del trono de gracia, donde sabían que Jesús estaba sentado a la diestra del Padre. Y una vez presentada la causa que les ocupaba, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo.
Los mismos que habían sido llenos del Espíritu el día de Pentecostés, −y algunos más−, ahora volvían a ser llenos del mismo Espíritu. Meditemos. La llenura del Espíritu, ser llenos del Espíritu, no es de una vez y para siempre, la obra de Jesús sí, pero la llenura del Espíritu no. Necesitamos ser llenos continuamente del Espíritu. Y este derramamiento ¿que produjo? Que una vez más recibieron valor y denuedo para hablar la palabra de Dios. El conflicto era por la palabra de Dios. Las autoridades religiosas de cualquier tiempo y cultura se oponen a la palabra de Dios, aunque aparezcan como los representantes oficiales de la religión y quienes están interesados en hacer su voluntad. Curiosa paradoja.
Predicar la palabra de Dios siempre tiene oposición. Hay un conflicto inevitable cuando se anuncia el evangelio de la verdad con las autoridades asentadas en el dominio de las conciencias del pueblo. Los discípulos fueron llenos del Espíritu una vez más para no obedecer en este caso a las autoridades, sino afrontar la persecución con valentía y dar testimonio con valor.
Ser llenos del Espíritu significa proclamar la palabra de Dios sin temor.