Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad (2 Tesalonicenses 2:13).
En nuestro tema general «¿Qué es el hombre?» hemos visto una de las series titulada: la santificación. Aquí queremos enfatizar la obra específica del Espíritu Santo en la santificación de los discípulos.
La santificación es la acción gradual del Espíritu en la vida del nuevo hombre transformándolo hasta el día de Jesucristo. El Espíritu Santo usa la palabra de Dios. Jesús dijo: «Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad» (Jn.17:17). Es la misma combinación que aparece en el texto que estamos meditando. La salvación se manifiesta mediante un proceso de santificación por el Espíritu, y además por la fe en la verdad. Espíritu y verdad producen santificación. Son los componentes básicos de la adoración. Los adoradores que Dios busca, es necesario que adoren en espíritu y verdad (Jn. 4:24).
Nacemos por el Espíritu y la palabra, somos santificados por el Espíritu y la verdad. También se llama en la Escritura a este proceso renovación. La salvación inicia un proceso sucesivo en el interior de la persona, que va produciendo una renovación interior, desde el espíritu, hacia el alma y el cuerpo, afectando a toda nuestra manera de vivir. Sed santos, como yo soy santo, dice el apóstol Pedro (1 P.1:15).
Por tanto, el Espíritu de Dios está involucrado en la obra general de la salvación de Dios al hombre. «El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo» (Tito 3:5).
El Espíritu nos sella como propiedad de Dios. Nos anhela celosamente para producir la imagen de Jesús en nosotros. Esto es en síntesis a lo que llamamos santificación: ser hechos a la imagen de Jesús (Rom. 8:29). Estamos siendo transformados en la misma imagen [la de Jesús] de gloria en gloria por el Espíritu (2 Co.3:18). La obra santificadora del Espíritu Santo es esencial. Somos apartados para Dios.
Santificar significar ser apartados para el Señor. Guardarse sin mancha del mundo (Stg.1:27). La redención incluye ser librados del presente siglo malo (Gá. 1:4). Por eso, no podemos separar la salvación realizada por Jesús de la obra santificadora del Espíritu Santo. Toda la Trinidad está involucrada en ella.
La santificación es una obra sobrenatural del Espíritu Santo en cada uno de los herederos de la salvación.