A fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Efesios 4:12).
Este texto nos da el propósito de los dones ministeriales: capacitar a los santos para que haya edificación del cuerpo. Jesús acabó su obra, subió a lo alto, −a la diestra del Padre−, y dio dones a los hombres, para que mediante el Espíritu Santo, fueran comisionados para seguir la obra de capacitación a fin de que el cuerpo del Mesías fuera edificado.
Los dones ministeriales tienen un llamamiento del Señor para capacitar y edificar. ¿Cómo se cumple con esa misión? Mediante el equipo de dones que han recibido los escogidos de Dios para ministrar a los discípulos. En definitiva se trata de hacer discípulos. No discípulos del líder, sino discípulos de Jesús. No a la imagen del pastor, sino a la imagen de Cristo (Ro.8:29). En esto cometemos muchos errores. La grey es de Dios, el pueblo es de Dios, la iglesia es de Dios. Hemos sido comprados por la sangre de Jesús. El Espíritu Santo nos pone como supervisores (Hch. 20:28), no como señores. Somos modelos, no iconos; siervos de Cristo (Gá.1:10), no servidores de hombres. Todas las almas son suyas (Ez.18:4).
Somos administradores de la gracia, llamados para capacitar mediante la liberación de dones (Ro.1:11), por la enseñanza apostólica (2 Tim.2:2), y la imposición de manos para transmitir lo que hemos recibido del Espíritu. Una vez acabada la obra, estar firmes, saber que cuando hemos hecho aquello para lo cual hemos sido llamados somos siervos inútiles, porque hemos hecho aquello para lo que hemos sido encomendados (Lc.17:10).
La capacitación de los discípulos tiene como objetivo «la obra del ministerio», es decir, el servicio eficaz, no obtener un título o posición de primacía, no, se trata de que el cuerpo reciba edificación mediante la función de cada miembro. Y cuando todo el engranaje sobrenatural actúa en dependencia del Espíritu hay edificación, verdadera edificación del cuerpo de Cristo que atrae a otros al evangelio. «De quién todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor» (Ef.4:16). Este nivel de edificación es el que ejerce una atracción sobrenatural sobre la sociedad para que vean a Cristo (Jn.12:32). Esta es la enseñanza apostólica.
La capacitación y edificación del cuerpo comienza en Cristo y regresa a él cuando los dones ministeriales cumplen la función encomendada.