… A otro palabra de conocimiento según el mismo Espíritu… (1 Corintios 12:8).
En la versión Reina Valera 60 se traduce por palabra de ciencia. Se trata de un conocimiento escondido a la mente natural pero revelado por el Espíritu al hombre de Dios con el fin de resolver situaciones estancadas, o que pueden provocar engaño y falsedad a la hora de tomar decisiones.
Lo vemos en el apóstol Pedro cuando supo ver el corazón de Simón el mago; Felipe, que llevaba más tiempo con él, no supo percibirlo. Pedro le dijo: «No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios» (Hch.8:21). El profeta Eliseo dio una palabra de conocimiento a la mujer sunamita en cuya casa le habían hecho un aposento, seguramente en este caso podemos unir el don de profecía con el de conocimiento. «Entonces él le dijo: Por este tiempo, el año que viene, abrazarás un hijo» (1 Reyes 4:16). Sin embargo, el mismo profeta no tuvo el conocimiento de la angustia de la misma mujer cuando se presentó delante de él años más tarde. «Cuando ella llegó al monte, al hombre de Dios, se asió de sus pies. Y Giezi se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: Déjala, porque su alma está angustiada y el Señor me lo ha ocultado y no me lo ha revelado» (1 Reyes 4:27).
Esto nos debe hacer pensar que los dones no son patrimonio del hombre sino del Espíritu. No son para usarlos cuando se nos antoja, sino cuando el Espíritu quiere. «Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El» (1 Co.12:11). Por tanto, el don de conocimiento nos adentra al interior de los corazones de ciertas personas para discernir (don de discernimiento actuando conjuntamente) la realidad de una situación oculta al entendimiento humano y solucionarla.
Conocimiento y sabiduría suelen ir juntos. El primero para entender y el segundo para aplicar. Revelación interior y sabiduría que saca a luz verdades ocultas.
En diversas ocasiones Jesús supo lo que sus interlocutores y adversarios estaban pensando mediante el don de conocimiento. «Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esa manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?» (Mr.2:8). Por eso Jesús no se fiaba de ellos, porque él sabía lo que había en el hombre (Jn. 2:24-25). Un don, junto con el de sabiduría, para predicadores y maestros de la palabra que hace más eficaz su función, usando con precisión la palabra de verdad (2 Tim.2:15).
La manifestación del don de ciencia o conocimiento penetra más allá del velo de carne para conocer la realidad oculta en una persona o circunstancia.