59 – Enviados por el Espíritu a la obra misionera

La vida en el EspírituEntonces, después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron. Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre (Hechos 13:3-4).

         Es importante detenerse en este episodio de la iglesia en Antioquia porque supone el inicio de la gran comisión a un nivel que nunca antes se había producido. Aunque parezca una obviedad, es necesario decir que es el Espíritu Santo quien toma la iniciativa, no un comité de expertos. Escoge a los mejores de la iglesia para enviarlos a una obra gigantesca. Los hermanos congregados en aquella reunión de ministración al Señor oraron, ayunaron e impusieron las manos sobre Pablo y Bernabé y los enviaron, quiere decir, quedaron unidos a ellos en todos los sentidos prácticos, materiales y espirituales para que realizaran la obra.

Luego, inmediatamente, dice el texto: «Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo». Una simbiosis indiscutible entre los hombres maduros de la iglesia, profetas y maestros, y el Espíritu de Dios. Ambos trabajando juntos en el avance del reino a otras naciones. Una vez más se cumple lo que había enseñado Jesús a los suyos: «Cuando venga el Consolador… el Espíritu de verdad… el dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio también…» (Jn.15:26,27). La obra es de Dios de principio a fin que aparta hombres y los envía a realizar el trabajo. Lo que predominaba en la congregación antioqueña debe ser el manual de todas las congregaciones que pretenden ser obedientes al texto bíblico.

Hagamos un resumen de todo ello. En Antioquia había profetas y maestros, ministraban al Señor juntos como responsables de la grey, tenían oído para saber lo que el Espíritu decía, aceptaron su veredicto: apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Mantenían una vida de oración y ayuno como parte esencial de la dinámica de la iglesia. Creían en la imposición de manos para enviar misioneros y quedar unidos a la misión aunque la mayoría de ellos quedaría en la ciudad. Reconocieron y no se opusieron a la voluntad del Espíritu para escoger soberanamente a los futuros apóstoles. Quedaron unidos a Bernabé y Pablo de tal forma que una y otra vez regresaban a la congregación para dar cuenta e informar de la obra realizada (Hch.14:25-28). La iglesia en Antioquia sigue siendo un buen modelo para todas las iglesias con vocación misionera.

         El evangelio se extendió por todo el Mediterráneo desde la congregación de Antioquia de Siria, originada por un puñado de discípulos anónimos, que obedientes al impulso del Espíritu hablaron también a los griegos.

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