Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad (2 Corintios 3:17).
El Espíritu Santo es Dios. Tiene una función específica de revelar al Hijo, recordarnos las palabras de Jesús, capacitarnos para realizar la obra de Dios, pero es Dios mismo operando en la vida del discípulo. Lo hemos visto ampliamente a lo largo de esta serie que estamos meditando. La Escritura revela con claridad que el Espíritu Santo tiene los atributos de la Deidad, y cuando hablamos de atributos entendemos que éstos sólo son propios de Dios.
El Espíritu es Omnipresente. Jesús enseñó a los suyos que enviaría el Consolador y estaría con todos ellos a la vez, por eso les dijo que les convenía que él se fuera, para que viniera el Espíritu y pudiera estar en la totalidad de los discípulos a la vez (Jn.16:7). El profeta Joel profetizó que el Espíritu se derramaría sobre toda carne, y el apóstol Pedro, recogiendo esa verdad el día de Pentecostés, dice que «la promesa —el don del Espíritu Santo— es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame» (Hch.2:38-39).
El Espíritu Santo es Creador. «Y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas» (Gn.1:2). Eliú, en su discurso a Job, dijo: «El Espíritu de Dios me ha hecho, y el aliento del Todopoderoso me da vida» (Job 33:4). El salmista dice: «Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca» (Sal.33:6). También dice: «Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra» (Sal.104:30). Sabemos que Dios sopló aliento de vida en el primer hombre, y vino a ser, fue creado, recibió la vida. De la misma manera que Jesús sopló sobre sus discípulos, y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn.20:22).
El Espíritu Santo es Todopoderoso. El texto que tenemos de base en nuestra meditación dice: «el Señor es el Espíritu», y sabemos que Jesús es Todopoderoso, como enseña el apóstol Juan. «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (Apc.1:8). Hay unidad entre el Hijo de Dios y el Espíritu, son de la misma naturaleza, tienen los mismos atributos.
El Espíritu es la verdad, como Jesús es la verdad. «Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad» (1 Jn.5:6). Se le llama «el Espíritu de verdad» hasta en tres ocasiones en Jn.14:17; 15:26 y 16:13. No hay duda. El Espíritu Santo tiene los atributos de Dios, por tanto, es Dios.
Los atributos que solo pertenecen a Dios aparecen también en el Espíritu Santo, poniendo de manifiesto su Deidad y unidad con el Padre y el Hijo.