En la iglesia que estaba en Antioquia había profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Níger, Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo. Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado (Hechos 13:1-2).
Después de más de un año enseñando y discipulando a las multitudes, una reunión de ministración al Señor va a ser el detonante para que la influencia de la congregación en Antioquia se consolide como pionera en las misiones. Cuando digo congregación no pienso en iglesia establecida institucionalmente, sino en personas guiadas por el Espíritu. La iglesia no es un ente abstracto, es una congregación de discípulos y hermanos que dirigidos por el Espíritu de Dios y los dones distribuidos a los diversos miembros del Cuerpo de Cristo toman decisiones sometidos a la voluntad del Señor de la grey.
Meditemos. En Antioquia había un gobierno de iglesia plural, aunque Bernabé ocupaba lugar destacado por su trayectoria habiendo sido enviado por la iglesia de Jerusalén (y debemos suponer que supervisaban el desarrollo de la congregación en la ciudad de Siria), con distintos dones ministeriales.
Se nos dice que había profetas y maestros y se les identifica por nombre, aunque la iglesia comenzó con un puñado de hermanos que predicaron a los griegos y no solo a judíos. Al parecer este liderazgo plural tenía una reunión de ministración, pero no para impresionar a las masas con imposición de manos interminables, sino para ministrar al Señor. Estaban delante del Señor. Su objetivo era el trono de Dios, de donde sabían que viene la dirección necesaria para poder llevar adelante sus propósitos. Y estando en ese tiempo sobrenatural, ayunando, el Espíritu Santo emitió un mensaje de que se apartara a dos de las personas que estaban presentes, Bernabé y Saulo, para ser enviados a la obra que el Espíritu de Dios los había llamado.
No fue un comité ejecutivo «encorbatado», con canas sin fin y un semblante serio y controlador, fue el Espíritu Santo quién tomó la iniciativa de la obra misionera. Este es el origen de las misiones con el evangelio a todas las naciones. El Espíritu Santo estaba recordando lo que Jesús había dicho (Mt.28:18-20) (Hch.1:8), y que los hermanos en Jerusalén parece habían olvidado; hasta que la persecución por la muerte de Esteban reactivó la gran comisión. Una vez más vemos que la obra del Espíritu es recordar las directrices del Maestro y Señor.
El Espíritu Santo es quién toma la iniciativa de la obra misionera enviando a aquellos que han sido apartados por Dios para realizarla.