… para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error (Efesios 4:14).
La vida cristiana comienza como un embrión divino en el espíritu de la nueva criatura. Tiene un inicio pequeño pero la vida lleva en sí misma el potencial de crecimiento para desarrollarse en un proceso gradual hacia la madurez para dar fruto. Como cualquier otra vida necesita cuidados especiales, sobre todo en su inicio, hasta que se desarrolle y pueda defenderse por sí misma.
El estado de niñez espiritual debe ser un tiempo breve en la vida de los discípulos. Es un tiempo propicio para la fluctuación, ser llevado y sacudido por olas en forma de circunstancias que cambian el estado de ánimo y lo desorientan. También es un periodo de debilidad en el que se puede ser arrastrado por vientos doctrinales que se desvían de la verdad del evangelio. Tanto las circunstancias como las doctrinas son usadas por hombres astutos para desviar, si fuera posible, al hijo de Dios y llevarlo al error.
El espíritu de error usa artimañas. ¿Qué es una artimaña? Es una acción hábil, disimulada y malintencionada para conseguir un propósito. El propósito aquí es apartar de la verdad del evangelio y conducir al recién nacido por caminos errados. Los dones ministeriales tienen la misión de ser padres y madres espirituales para cuidar especialmente en este tiempo a los hijos de Dios hasta que crezcan y maduren.
Si permanecemos en estado de niñez, −sin madurar−, estamos expuestos a ser llevados por vientos ideológicos, doctrinas extrañas, corrientes de pensamiento, filosofías diversas y engañosas que ahogarán la palabra recibida. Pablo le dijo a los gálatas: «¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado públicamente como crucificado?» (Gá. 3:1). Y hablando a los tesalonicenses usó un lenguaje matriarcal, «como una madre que cuida con ternura a sus propios hijos» (1 Tes. 2:7); y patriarcal, «así como sabéis de qué manera os exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de vosotros, como un padre lo haría con sus propios hijos» (1 Tes.2:11). El lenguaje revela el corazón de apóstol, pastor y maestro que tenía Pablo. El mismo sentir que hubo en Cristo. También el apóstol Pedro tuvo el mismo sentir cuando dijo: «desead como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcáis para salvación» (2 Pedro2:1-2).
Necesitamos padres espirituales que nos permitan salir de la niñez asegurando un crecimiento adecuado como hijos de Dios.
Muy buenas enseñanzas apreciado hermano Virgilio, que Dios te colme de bendiciones.
Saludos desde la mitad del mundo.
H o l g e r .