Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre… (Juan 14:16).
Los últimos días de Jesús al lado de sus discípulos, antes de ser entregado, fueron muy intensos. Reunió a los suyos para darles las últimas instrucciones. En los capítulos 13 al 17 del evangelio de Juan tenemos los diversos mensajes que el Maestro anunció a los doce. Una buena parte de esos discursos tenían que ver con la obra posterior del Espíritu Santo. Jesús sabía que su tiempo estaba cerca, regresaría al Padre, pero vendría el Ayudador y Consolador para continuar la obra iniciada por él.
Queremos en las siguientes meditaciones pararnos en los mensajes específicos que Jesús hace sobre la obra del Espíritu. Comienza con un ruego al Padre. La venida del Espíritu forma parte de la oración de Jesús. Es su petición. Esto debe llevarnos a comprender la importancia que el Señor le da a la continuación de la obra iniciada por él mismo. Sabe que los discípulos necesitarán la acción del Consolador en ellos, por tanto, es un ruego de Jesús que les sea dado el Espíritu.
La obra de Dios es imposible sin el Espíritu de Dios. Jesús inició su ministerio siendo lleno del Espíritu, dependió de él en todo momento, y sabe que la continuidad del mensaje precisa su acción sobre los apóstoles. En primer lugar lo llama el Consolador, paracletos, en griego, que significa uno llamado al lado de otro para ayudar. Ser enviados a proclamar el evangelio necesita la capacitación del Espíritu, su consolación y ayuda, de lo contrario el hombre no podrá llevarlo a cabo. Además debe estar con ellos para siempre.
Predicar el evangelio es entrar de lleno en el reino de las tinieblas y saquearlo. La oposición y persecución será inevitable y muy fuerte, Jesús lo sabe, por ello ruega al Padre para que envíe el Consolador a sus discípulos para que esté con ellos para siempre, y puedan cumplir con la misión encomendada. Si no somos capaces de entender esta dependencia vital del Espíritu para realizar la obra, y derivamos en la búsqueda de recursos humanos más que sobrenaturales, pondremos las bases para la derrota. No podemos hacer la obra de Dios sin la ayuda de Dios mediante su Espíritu. Es arrogancia y soberbia pretender hacerlo sin su ayuda. Es autosuficiencia. Pronto habremos levantado un edificio espurio que nada tiene que ver con el reino de Dios.
Jesús ruega al Padre para que envíe a sus discípulos el Consolador y que esté con ellos para siempre. Es la única manera en que puedan realizar la misión encomendada.