125 – El fruto del Espíritu – amor

La vida en el EspírituMas el fruto del Espíritu es amor…  (Gálatas 5:22).

         Dios es amor (1 Jn.4:8), pero no solo amor. Jesús es la manifestación del amor de Dios y la voluntad del Padre. El fruto del Espíritu es amor, su primera manifestación. La persona que está llena del Espíritu manifiesta el amor de Dios. Hablamos de amor ágape, el que emana de la misma naturaleza del Padre, no de nuestros intereses, sino los del otro. El amor de Dios derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu (Ro.5:5), nos conduce a salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo innato y repetitivo para ver al otro, nuestro prójimo.

El evangelio es amor derramado en la cruz del Calvario. Su mensaje contiene una sustancia única, celestial, no es de la tierra. El amor del Espíritu es la primera manifestación de un fruto múltiple en aquellos que viven llenos de Él. Está escrito: «Todas vuestras cosas sean hechas con amor» (1 Co.16:14). El amor del que hablamos lo tenemos expuesto en 1 Corintios 13, ese pasaje que siempre aparece en las ceremonias de boda, tan poético como lejano de muchos de los contrayentes. Porque generalmente confundimos el amor del que habla el apóstol Pablo, con el amor «eros», el amor sensual de las películas de Hollywood, el amor de los sentidos carnales, los afectos humanos y el deseo propio.

El amor como fruto del Espíritu es sobrenatural. Procede de Dios. Por tanto, su expresión no tiene nada que ver con nuestra realización personal, sino con la transformación interna de nuestro espíritu fundido en el de Dios. El amor no busca lo suyo, no está orientado hacía sí mismo. No usa a los demás como pretexto para su propia exaltación. El amor de Dios derramado en sus hijos se expresa en el uso fiel de los dones recibidos. Y los dones son para la edificación de los otros, del cuerpo de Cristo.

Si hacemos cualquier cosa impresionante, pero no tenemos amor, somos como metal que resuena o címbalo que retiñe. Hacer uso de los dones espirituales sin amor nos hace vanos delante de Dios, sin provecho (1 Co.13:1-3). Creo que no está de más recordarnos lo que es el amor. «El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injustica, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser» (1 Co.13:4-8). Es eterno. La fe y la esperanza pasarán, pero el amor permanecerá, porque Dios es amor. Es más fuerte que la muerte (Cantares 8:6). El fruto del Espíritu es amor.

         El amor del Espíritu nos introduce en la misma naturaleza de Dios.

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