En cuando a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes. Sabéis que cuando erais paganos, de una manera u otra erais arrastrados hacia los ídolos mudos (1 Corintios 12:1,2).
Vamos a adentrarnos ahora en el capítulo de la Biblia que más ampliamente aborda el tema de los dones espirituales, aunque como hemos dicho antes hay mas dones de los que aparecen aquí, lo vimos en las meditaciones correspondientes a Romanos capítulo 12. Desglosemos el texto.
Pablo no tiene complejos en abordar un tema que para nosotros, siglos más tarde, ha venido a ser motivo de controversia. El apóstol de los gentiles no quiere que los hermanos de Corinto ignoren acerca de los dones espirituales, lo cual quiere decir que es posible ser cristiano y vivir ignorándolos. Hacerlo es motivo de pérdida.
Todo aquello que no se enseña del amplio consejo de Dios queda relegado, por tanto, ignorado, y sin oír la enseñanza no hay una fe activada para poner en marcha aquello que se ignora. Lo vimos con toda claridad en el caso de los discípulos que encontró Pablo en Éfeso que ni siquiera habían oído hablar si había Espíritu (Hch. 19:2). Ignorar una verdad del evangelio es perderla. No enseñarla es desobediencia.
Muchos adoptan una actitud fácil ante un tema complejo en el que entra en juego algo más que la teoría interminable. Los dones deben ser manifestados para edificación del cuerpo de Cristo, pero hay dones que su manifestación producen polémicas o desórdenes, y poco a poco los desplazamos para que no compliquen nuestro «buen orden eclesiástico», procurando centrarnos en aquellos otros dones que son más «educados», y por tanto, más fácilmente aceptables.
No abogo por el desorden ni el desatino, pero ciertas manifestaciones de algunos dones es inevitable que alteren la tranquilidad de nuestros cultos. Especialmente si un endemoniado se manifiesta, o una mujer encorvada provoca la acción de Jesús en sábado.
Pablo enseña que ignorar los dones espirituales puede devolvernos a las prácticas paganas de ser arrastrados a ídolos mudos. Contrasta los cultos paganos, sus ritos y ceremonias muertas, con la manifestación viva de los dones del Espíritu operando entre los hermanos donde Cristo es glorificado e invocado por el mismo Espíritu. La historia de la iglesia demuestra que abandonar la llenura del Espíritu con la manifestación de los dones nos introduce en un estado de muerte e idolatría.
La ignorancia de los dones por falta de revelación puede ser corregida con la verdad, pero ignorarlos nos reintroduce en el paganismo mudo.