37 – Sabiduría y llenura del Espíritu siempre unidos

La vida en el EspírituPero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba  (Hechos 6:10).

         Hacer frente a las quejas con base cierta en la congregación de Dios debe ser motivo de gran seriedad en la búsqueda de soluciones. Para la congregación de Jerusalén lo fue. Buscaron hermanos; no hicieron un cursillo para prepararlos y darles el título de diáconos —ni siquiera aparece en el texto este título, se les llama los siete diáconos pero en realidad el término no aparece en el texto bíblico— ya eran hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Luego el autor de los Hechos guiado por el Espíritu se detiene especialmente en dos —Esteban y Felipe— aunque se mencionan por nombre a los siete: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás. De esta lista va a salir el primer mártir de la iglesia primitiva; un hombre escogido en primer lugar para servir a las mesas de las viudas que creció hasta convertirse en uno de los testigos más valientes de la incipiente congregación.

De Esteban se dice inicialmente que era un hombre de buena reputación, lleno del Espíritu y de sabiduría, un hombre lleno de fe, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Y claro, ante un hombre de estas características se levantó una turba de religiosos para discutir con él y contradecir lo que decía. Y aquí viene el texto que nos ocupa: «pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba». La vida de un hombre lleno del Espíritu está llena también de sabiduría de Dios, sabiduría de lo alto, de fe, de gracia, de poder, y su vida muestra la buena reputación que lo acompaña. Todo eso no es suficiente para aquellos que no aman la verdad.

Un hombre lleno del Espíritu es siempre un hombre sabio, porque el Espíritu de Dios es el Espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Dios (Isaías 11:2); todo ello es el Espíritu del Señor que reposa sobre el retoño del tronco de Isaí, del Mesías, y de aquellos que le siguen por donde quiera que va. Esteban le estaba siguiendo como discípulo y eso le llevó al martirio. Dios lo permitió, pero antes la tierra fue testigo de la vida de un verdadero discípulo de Aquel que dio su vida en rescate por muchos. Hoy existen demasiados sucedáneos de hombres con apariencia de piedad, que se apacientan a sí mismos y solo piensan en lo terrenal. Necesitamos algunos Esteban para dar testimonio del evangelio de Jesús.

         Un hombre lleno del Espíritu es siempre una persona sabia según Dios.

 

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