Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que exhorta, en la exhortación… (Romanos 12:8).
Debemos antes de nada definir lo que significa exhortar. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua significa «incitar a uno con palabras, razones y ruegos que haga o deje de hacer alguna cosa». Esta es una misión de cada uno de los hermanos, aunque hay los que tienen un don de exhortación que suele acompañar al de enseñanza. Está escrito que debemos «exhortarnos los unos a los otros cada día… no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado» (Heb.3:13).
Si hay un llamado a exhortarnos los unos a los otros para no caer en el engaño del pecado, ¿cuánto más aquellos que han recibido esta función como un don especial deben ejercitarlo en beneficio de la comunidad de creyentes? El uso que se hace de esta función en el lenguaje bíblico no tiene nada que ver con lo que vulgarmente llamamos «echar la bronca». Tampoco tiene que ver con mandar a otros lo que tienen que hacer o dejar de hacer.
Los dones son dados para la edificación del cuerpo de Cristo, para que haya edificación y cobertura sobre el engaño del pecado que tan fácilmente nos envuelve. Tiene que ver con animar a los demás. Fue lo que hizo Bernabé cuando llegó a Antioquia y vio la gracia derramada sobre los discípulos. «Cuando vino y vio la gracia de Dios, se regocijó y animaba [exhortó RV60] a todos para que de corazón firme permanecieran fieles al Señor» (Hch.11:23 LBLA).
Pablo lo hizo en medio de la tempestad del viaje a Roma. «Ahora os exhorto a tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre vosotros, sino sólo del barco» (Hch.27:22). Vemos que animar a los hermanos y la exhortación son sinónimos. En las congregaciones hay que «alentar a los de poco ánimo» (1 Tes.5:14), ¿cómo? exhortándolos con la palabra de fe, vida y esperanza. La práctica de la profecía tiene también esa función en la congregación. «El que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación» (1 Co. 14:3).
Por tanto la exhortación debe tener como fundamento la palabra de verdad. Los profetas de Israel exhortaban al pueblo para que se volvieran a Dios. Pablo dijo a Timoteo y Tito que debían exhortar a la congregación con toda paciencia y doctrina (2 Tim.4:2) (Tito 1:9 y 2:15). No se trataba de enseñorearse de la grey, sino del ejercicio de autoridad delegada para edificación, no para destrucción. También debemos exhortar a nuestros hijos.
La congregación de Dios necesita este don funcionando con valentía en la vida de la iglesia para evitar el error y el engaño del pecado.