Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos… el que enseña, en la enseñanza… (Romanos 12:7).
Como es fácil entender no pretendo ser exhaustivo en la exposición de los dones del Espíritu, pero sí quiero iniciar el tema para que nos pueda servir de arranque en un estudio más profundo que cada uno puede hacer. Hay un don de enseñanza. No todos lo tienen, como los demás dones, y por tanto, no todos deben enseñar, aunque podemos compartir experiencias y textos bíblicos, de la misma forma que todos podemos exhortar sin tener el don de la exhortación.
Bien, dicho esto, meditemos. ¿Cuál debe ser la evidencia del don de enseñanza? Los que tienen este don exponen la doctrina de tal forma que abren el entendimiento de los oyentes. Su exposición abre la Escritura para comprenderla con cierta facilidad. También se trata de poner el sentido a lo que está escrito, como en el caso de los levitas en aquella reunión en los días de Esdras y Nehemías. El escriba Esdras leía el libro de la Ley de Moisés y había un grupo de personas mencionadas y los levitas que «explicaban la ley al pueblo… traduciéndolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura… los levitas que enseñaban al pueblo… Y todo el pueblo se fue a comer, a beber, a mandar porciones y a celebrar una gran fiesta, porque comprendieron las palabras que les habían enseñado» (Neh. 8:1,7,8,9,12).
En los requisitos que se mencionan en las cartas de Pablo para los pastores y ancianos, uno de ellos es que sean aptos para enseñar (1 Tim.3:2 y 5:17). El que se dedica a la enseñanza, teniendo el don de Dios, no debe descuidar el estudio continuo. Podemos enseñar a otros de lo que hemos aprendido por estudiar, pero aquellos que tienen el don dado por el Espíritu demuestran una capacidad mayor en la exposición de la Escritura; convencen, persuaden, añadiendo a su don un carácter probado.
Apolos tenía un don de enseñanza sólido, era vehemente, aunque eso no impidió que siguiera aprendiendo de Priscila y Aquila (Hch.18:24-28). Jesús es el Maestro, y cuando expuso su mensaje a los dos discípulos de Emaús sus corazones ardieron cuando les abrió las Escrituras. Generalmente los pastores han recibido este don como parte de su equipo ministerial. Este don manifiesta siempre en sus poseedores un gran deseo de estudiar las Escrituras, como en Esdras, «que había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar sus estatutos y ordenanzas en Israel» (Esdras 7:10).
El don de enseñanza facilita, con eficacia, el servicio de aquellos que han sido llamados por Dios para enseñar a otros.