Mas el fruto del Espíritu es… fidelidad… (Gálatas 5:22).
La palabra fe y fidelidad vienen de la misma raíz en el hebreo. Significa confianza, creer, fidelidad, obediencia. Está escrito: «Mas el justo, por su fe vivirá» (Hab.2:4). Dios es fiel (1 Co.1:9), es un Dios de fe, que llama las cosas que no son como si fueran (Ro.4:17). Y se nos dice que debemos ser imitadores de Dios (Ef.5:1).
En la Escritura la fe aparece como un don que Dios reparte a cada uno en la medida que El quiere (Ro.12:3), y también encontramos la fe (fidelidad) como fruto del Espíritu. Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel (1 Co.4:2). Es una exigencia en aquellos que han venido a ser hijos de Dios manifestar el carácter de Dios, las virtudes de aquel que nos llamó. «Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncies las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9).
El dicho popular dice: «de tal palo, tal astilla, y de tal padre, tal hijo». Sabemos que no siempre es así en el ámbito natural, y tampoco en el espiritual. Pero nuestro llamamiento está claro. Hemos sido llamados a ser luz y sal en el mundo, y no hay mejor forma de hacerlo que manifestar la misma naturaleza de Dios. Sed imitadores de Dios. La fidelidad es parte de Su naturaleza.
Jesús fue fiel, como Hijo, sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros (Heb.3:6). Exigió de los suyos fidelidad en lo poco para poder mostrar fidelidad en lo mucho (Lc.16:10). La fidelidad identifica a los hijos de Dios. La fe del corazón aparece en aquellos que viven llenos del Espíritu. Dios aborrece el divorcio porque viene a ser infidelidad a la mujer de tu juventud (Mal. 2:14-16). El adulterio es infidelidad al pacto matrimonial, y Dios lo aborrece.
El día preparado para rendir cuentas delante de Aquel que nos dio los talentos para servirle, se dirá a los fieles: «Entra, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu señor» (Mt.25:21). Seremos juzgados por nuestra fidelidad o no al pacto con el Señor. La fe es obediencia. Por la fe obedecieron los antiguos. Por la fe vive el justo, y esa fe, —fidelidad—, es una manifestación de la vida del Espíritu operando en nuestro interior. El fruto del Espíritu tiene su expresión en toda nuestra manera de vivir. No hay aspecto de nuestra vida en la que no podamos mostrar el fruto del Espíritu, y con él, honrar a Dios y glorificarle.
La fidelidad a Dios y a los hombres pone de manifiesto que nuestra naturaleza ha sido transformada por el poder del evangelio.