Y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros (Juan 14:16-18).
El Consolador también es el Espíritu de verdad. Jesús ya había confrontado la oposición a la verdad revelada a través del diablo mismo y de los hijos de desobediencia, aquellos que se oponen a la verdad, y el Señor les envía un espíritu engañoso para que crean la mentira (2 Tes. 2:10-12).
El Maestro había comprobado la oposición tenaz de aquellos que resisten la verdad con toda clase de sutilezas y maniobras, incluso usando argumentos bíblicos para resistir el avance de la verdad de Dios. Comprende que sus discípulos van a necesitar la acción del Espíritu de verdad en ellos para poder hacer frente a las riadas de mentira y vanos argumentos que se levantarán contra el conocimiento de Dios. Por eso pide al Padre que les envíe el Consolador, el Ayudador y Espíritu de verdad. Ese Espíritu de verdad es el Espíritu Santo, a quién los discípulos ya conocen en parte, porque ya moraba con ellos (llevaban tres años viendo su operación a través de Jesús), y estaría en ellos (una acción interior cuando el Espíritu Santo viniera en plenitud el día de Pentecostés, puesto que Jesús aún no había sido glorificado). Este hecho les permitiría no sentirse huérfanos en un mundo dominado por la mentira y el padre de la mentira (1 Jn.5:19) (Jn.8:44).
La obra apostólica no puede llevarse a cabo sin el Espíritu de verdad. Los discípulos ya habían hecho obras mediante la operación del Espíritu Santo: habían echado fuera demonios, sanado a los enfermos, resucitado muertos; pero necesitarían una capacitación mayor para realizar la obra posterior a la exaltación de Jesús a la diestra del Padre, cuando les fuera quitado el Maestro y ellos mismos iniciaran la misión encomendada, para ello era esencial recibir el Espíritu de verdad y Consolador.
En el mundo opera otro espíritu, el príncipe de la potestad del aire que opera en los hijos de desobediencia; huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef.6:12); por ello, no pueden recibir el Espíritu de verdad, ni conocerle, hasta que la proclamación del evangelio, el mensaje de vuestra salvación, traiga la luz necesaria para ser creído, recibido y sean sellados por el Espíritu.
La proclamación del evangelio necesita, de principio a fin, el Espíritu de verdad operando en los discípulos para combatir el predominio de la mentira.