Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… a estos evita… (2 Timoteo 3:1, 2,5).
Hay personas a las que debemos evitar. Esta no es una cuestión de cobardía o desprecio, es protección. El salmista nos dice: Bienaventurado el varón que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores (Sal. 1:1 LBLA). El apóstol Pablo da por hecho que su discípulo se va a encontrar ya en su tiempo con hombres de un determinado carácter a los cuáles debe evitar.
¿Qué hombres son estos? Los amadores de sí mismos, los avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, desenfrenados, salvajes, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los placeres en vez de amadores de Dios; los que tienen apariencia de piedad, a estos evita. El hombre que causa divisiones una y otra vez hay que desecharlo (Tito 3:10), son palabras de Pablo.
Nosotros a menudo queremos ser más «papistas que el papa». Pretendemos mantener un «buenísmo» que nada tiene que ver con la verdad, sino con un nivel muy bajo de la justicia. El Señor le dijo a Samuel: «No ruegues mas por él (Saúl) porque yo lo he desechado».
Y si hay hombres a quienes debemos evitar, hay otros a quienes debemos respetar, imitar, seguir su ejemplo y modelo. Pablo dijo: Sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo (1 Co. 11:1). Someteos a hermanos como ellos y tenerlos en alta estima (1 Tes. 5:12,13). Más adelante en este mismo capítulo, el apóstol va a hablar del hombre de Dios, aquel que debe tener la verdad de la palabra como fundamento de su vida.
Pero ahora, Timoteo debe evitar la compañía de ciertas personas que dicen y no hacen. Confiesan una cosa y viven otra. Por sus frutos se les conoce. El carácter de los hombres de los últimos tiempos tiene unas características que lleva a los justos a experimentar cierta soledad. El profeta Isaías menciona la soledad en muchas ocasiones como experiencia de los hombres de Dios (Is.43:18-20; 51:3).
El evangelio nos une al Hombre. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre. El fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado; por tanto, es poderoso para socorrer a los que somos tentados. Él sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
Jesús es nuestro modelo. Debemos poner nuestra mirada en él y mantener la comunión con aquellos que están siendo modelados a su imagen.
Amado en Dios.
El Señor respalda su palabra, y bendice al que la obedece y enseña. Que El Señor le bendiga en grande manera, El es quien bendice y no entristece….y también lo es el deseo de mi corazón…..Maranata!!!!…Amén!