Reflexiones desde el confinamiento (4)

ConfinamientoReflexiones desde el confinamiento

(Cuarta parte y final)

No hay respuestas fáciles. Sí hay principios generales que siguen vigentes y no han cambiado por mucho que lo haya hecho nuestra sociedad.

En Romanos 1:18-32 (no es el AT, ni la voz de profetas “locos” de la antigüedad, es el apóstol de las naciones) tenemos una triple expresión como consecuencia de las acciones de los hombres, la expresión es: «Dios los entregó»… Luego, casi al final de la misma carta dice el apóstol: Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño… la noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos… vistámonos… andemos (Romanos 13:11-14).

En definitiva, se trata de discernir los tiempos, pero no solo eso, se trata también de alinearse con el espíritu profético, y este espíritu siempre es contrario a la corriente mayoritaria de este mundo, porque el mundo entero está bajo el maligno, y es un cuento de hadas pensar que las naciones van a ponerse de acuerdo cuando sus intereses están en juego. Hay proyectos en los que sí pactan las naciones y sus gobernantes globalistas, son aquellos que confrontan la revelación y el plan de Dios concretados en Israel, la iglesia y la familia.

Hay acuerdo mundial contra Israel siempre, y lo habrá en el final, todas las naciones vendrán contra Jerusalén. Hay acuerdo en la agenda ideológica que pretende oponerse a Dios, ―como en Babel―, a la familia, al hombre y su naturaleza creada.

arrepentimiento (2)Me pregunto cómo es posible que líderes cristianos no pueden ver que la maldad predominante de este tiempo, la de esta generación, viene mediante ideologías abrazadas por la izquierda política y una derecha plegada y engullida por aquella. Me resulta muy difícil comprender que tanto tiempo orando por gobernantes defensores de la vida, la familia, Israel y los valores judeocristianos y cuando aparecen algunos de ellos en las naciones, con todos sus defectos e intereses políticos que no voy a ignorar, se plieguen al relato de apariencia de piedad sin discernir el espíritu que los impulsa. Es aquí donde veo la nulidad de muchos dirigentes cristianos de hoy que representan a instituciones cristianas y se han plegado a un lenguaje religioso, ambiguo y políticamente correcto. Me deja perplejo. Lo entiendo cuando voy a los profetas de Israel para entender su entorno y lucha, su soledad y el ostracismo al que fueron sometidos. Seguimos coloreando sus sepulcros pero negando su mensaje.

Luchar por la familia y la iglesia no es suficiente. Los clérigos católicos también lo hacen, y en algunos casos con mas exposición a la lapidación social que nosotros. Y digo que no es suficiente si se hace desde posiciones que pretenden proteger instituciones cristianas que no quieren molestar al poder del estado que se les opone. No digo que no hagan un buen trabajo institucional en algunos casos, faltaría más, pero son estériles en la defensa de la verdad que contradice el status quo político, lo cual me lleva a una triste conclusión: han quedado neutralizadas por el propio estado, sus beneficios y subvenciones. Cuando esto es así han perdido su representatividad, dejan de ser referentes acomodándose al bienestar y la comodidad.

Concibo la iglesia del Señor como una voz profética que además de anunciar el evangelio en toda su amplitud, denuncia el pecado de la nación, incluido el pueblo de Dios, y sus dirigentes (Miqueas 3:8). Claro que podemos seguir contemporizando y argumentando con un lenguaje moderado, educado y refinado, pero en el entretanto habremos perdido nuestra razón de ser. Sin sal, ni sabor.

EsterAcabo con las palabras de Mardoqueo a la reina Ester en tiempos de aniquilación del pueblo de Dios: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; más tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino? (Ester 4:13,14). Aquella mujer estuvo dispuesta a entregar su vida en el altar de la negación de sí misma por una causa mayor, la de aniquilación de su pueblo. En esa decisión pervivió la esperanza de Israel y el Mesías que habría de venir para redimir a los pueblos y familias. ¿Cuántos estamos hoy dispuestos a seguir su ejemplo?

VIRGILIO ZABALLOS

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