Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. (Peligrosos RV60). Porque los hombres serán amadores de sí mismos… (2 Timoteo 3:1,2 LBLA).
Si estamos convencidos que vivimos en los últimos tiempos debemos saber lo que Pablo le dice a Timoteo. Y ese conocimiento no es para juzgar a los demás rápidamente, sino para saber que nosotros mismos hemos nacido en esa atmósfera, por tanto, somos susceptibles de ser influidos por ella. También para entender que las personas que no viven en el reino de Dios están sometidas a un poder inicuo que los mantiene atados a formas de vida opresivas.
Podríamos decir que no es nada nuevo en el devenir de las generaciones. La historia está llena de manifestaciones pecaminosas. Sin embargo, debemos entender que la maldad puede aumentar exponencialmente.
Los procesos de iniquidad se forjan mediante leyes impías que se instalan en la sociedad de forma natural. Acabamos aceptándolas con normalidad. La primera característica que menciona el apóstol es el egoísmo. «Amadores de sí mismos». Un hombre centrado solo en sí mismo y sus intereses personales. Este comportamiento afecta en primer lugar a la familia, luego a la empresa donde trabajamos, a la comunidad de vecinos, a la sociedad en general y por supuesto a la iglesia.
Los pastores a quienes denuncia el profeta Ezequiel «se apacientan a sí mismos» (Ezequiel 34:2). Si la sal se vuelve insípida; si la luz no alumbra debidamente, la sociedad se corrompe. Cuando los que están en eminencia, en puestos de responsabilidad, que deben ser modelos para la sociedad (padres, maestros, empresarios, políticos, jueces, deportistas, pastores, sacerdotes, etcétera) solo piensan en sí mismos, su comportamiento egoísta se extenderá como una mancha de aceite y un fuego inextinguible que lo consumirá todo.
La respuesta al egoísmo la encontramos en el evangelio. Su mensaje central tiene que ver con negarnos a nosotros mismos. Vivir bajo el señorío de Jesús. El que quiera seguir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mateo 16:24). El amor no busca lo suyo (1 Corintios 13:5). No buscando cada uno sus propios intereses; sino más bien los intereses de los demás (Filipenses 2:4). Nadie busque su propio bien, sino el del prójimo (1 Corintios 10:24). El evangelio de Jesús pone en libertad a los cautivos amadores de sí mismos.
Me párese una respuesta muy acertada. De hecho Dios mandó amar al projimo como así mismos. Que encierra el pensamiento de que siempre ay que tener en cuenta al progimo.