Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles (“peligrosos” RV60). Porque los hombres serán… desenfrenados (intemperantes)… (2 Timoteo 3:1,3).
Una sociedad sin freno. Desenfrenada. Que usa la libertad como pretexto para hacer lo malo.
La maldad es ausencia de ley moral, de límites. Vivimos tiempos de extralimitación. Llevamos la vida al extremo, sin equilibrio.
Hay un tiempo para cada cosa, dice el sabio, pero nosotros hemos decidido adelantar los tiempos, tenerlo todo ahora, atravesar las etapas de la vida sin la transición necesaria.
No ponemos límites a los hijos en el tiempo de la educación, por tanto, crecen sin control, sin normas claras, desenfrenados y entregados a los placeres y las adicciones. El dominio propio desaparece dando lugar a la inquietud. Hay mucha inquietud, (que equivale a falta de paz interior), en una persona que tiene delante todos los placeres al alcance de un clic.
Cuando la tiranía de los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida subyuga la eternidad del corazón, quedamos atrapados en una espiral de apetencias carnales que no satisfacen el alma humana y la destruyen mediante drogas y depresión que produce frustración.
Querer y no poder puede llevarnos a soltar cualquier freno moral en favor de la consecución de nuestros deseos a cualquier precio.
Esperar el desarrollo propio de cada tiempo en las etapas de la vida se vuelve una tortura indeseada. Por qué esperar si está al alcance de la mano. Lo tenemos delante, nos instan a tomarlo, poseerlo, adquirirlo, sea un objeto material, un proyecto, una persona. «Si lo quieres puedes conseguirlo». «Si lo deseas suficientemente lo tendrás». «Solo tienes que tomarlo, a qué esperar, vive la vida, es corta, comamos y bebamos que mañana moriremos». Con estos y otros argumentos cualquier resistencia queda rota, entrando en una vida de desenfreno, sin control de nosotros mismos, para ser manipulados por un sistema consumista, materialista, relativista.
El evangelio de Jesús es para los que tienen necesidad de médico. Para los que no pueden, −ni saben−, controlarse a sí mismos. Para aquellos que se rinden, trabajados y cargados, viniendo al descanso de una vida en yugo con aquel que nos hace descansar. De esta forma recibimos un espíritu nuevo, un espíritu de amor, de poder y de dominio propio. Somos traslados del dominio de las tinieblas, al reino de su Hijo amado. Su reino es paz y gozo. Primicias del reino mesiánico y eterno.
EL CARÁCTER: crueles
Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… crueles (salvajes)… (2 Timoteo 3:1,3).
Se ha dicho en muchas ocasiones que el hombre es el mayor enemigo del hombre. La mayoría de nuestras aflicciones vienen dadas por nuestros semejantes, también buena parte de nuestros mayores deleites tienen su base en las buenas relaciones humanas. Por tanto, el hombre puede ser nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado.
La naturaleza humana contiene grandes misterios difíciles de descifrar. Nuestro comportamiento puede representar alivio o aflicción en otros. Ambas manifestaciones suelen darse en una misma persona.
Si una de las características de los hombres de los últimos tiempos es la crueldad debemos esperar sociedades atrapadas en la angustia.
¿Qué es la crueldad? El diccionario la define como «el que se deleita en hacer sufrir a los demás». Es causar sufrimiento al prójimo. La Biblia de las Américas lo traduce por «salvaje». Pensar en este término parece llevarnos a tribus lejanas y pueblos extraños, sin embargo, nuestro pasado siglo XX ha sido testigo de las mayores crueldades y salvajismo que el hombre puede cometer sobre otro hombre.
El Holocausto fue planificado como una industria de la muerte de todo un pueblo, el judío.
Los gulags soviéticos fueron un océano de maldad y crueldad sobre ciertas clases sociales en nombre de una ideología.
Los millones de muertos por hambre en la Ucrania soviética, (llamadas tierras de sangre), lo fueron por decisiones políticas contra sus semejantes.
La Segunda Guerra Mundial puso de manifiesto el extremismo de la crueldad humana escondido detrás de pueblos cultos y educados.
Las modernas leyes del aborto son crueles y salvajes para los más inocentes e indefensos. La salvación del hombre no puede venir, en ningún caso, del mismo hombre. Está fuera de él.
Los atentados terroristas indiscriminados en nombre del islamismo salafista nos ha vuelto a mostrar, una vez más, la crueldad del ser humano actuando en nombre de una ideología perversa que desprecia la vida humana con unos niveles de salvajismo comparables a los «viejos» totalitarismos.
El evangelio es de Dios. La salvación pertenece a nuestro Dios (Apc. 7:10). No es la capacidad humana para maquillar su naturaleza corrompida mediante religión. Precisa fe y arrepentimiento. Contiene el poder de Dios para salvar al hombre de sí mismo. De su naturaleza cruel y salvaje.
El evangelio es Jesús mismo, la bondad de Dios hecha carne y habitando entre nosotros. «Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn. 1:14).
Solo el evangelio de Jesús transforma la vida del hombre de tal manera que nos libra «de este cuerpo de muerte» (Rom. 7:24).
La maldad llevó al Justo a la cruz. Pagó por nosotros. Satisfizo la justicia de Dios. Nos da una nueva naturaleza, creada en la justicia y santidad de la verdad (Ef.4:24). ¡Gracias a Dios por su don inefable!