Ayer, miércoles, día 15 de abril de 2020, recibimos una llamada telefónica de Marisa para confirmarnos el fallecimiento de Joaquín Sanjuan en la residencia Caliu de Barcelona.
Este amado hermano, esposo de Hortensia (fallecida en noviembre de 2013) ha partido con el Señor a la edad de 91 años después de un largo peregrinaje. De gran afabilidad, siempre con una sonrisa en sus labios, conoció a su Señor hace mucho tiempo; perteneció a diversas congregaciones en Barcelona (iglesia Horta) y Terrassa (iglesia Samaria y Betel), donde mostró siempre, al lado de su inseparable mujer una fe estable y firme.
Cuando falleció Hortensia, ingresó en una residencia de Sabadell y poco después fue trasladado a la residencia Caliu de Barcelona, tras las diligencias de Marisa y su familia, donde ha pasado los últimos años de su vida.
Poco a poco se le fue agravando el Alzheimer que ya iniciaba su implacable dominio. María Jesús y yo tomamos la decisión de visitarlo de forma asidua para leer con él la Biblia que tanto amaba, cantar canciones que recordaba aún en su primeros años de enfermedad y orar juntos con él; todo ello lo hacía con verdadero deleite. Realmente pasábamos un tiempo maravilloso en esas visitas que nunca fueron para nosotros una carga sino un refrigerio para nuestras almas.
Una vez trasladado a Barcelona seguimos visitándole insistiendo en hablar a su espíritu para sacarle los recuerdos de la fe que había abrazado con verdadero gozo. Le recordaba expresiones muy populares en los años 80 y 90 en las iglesias pentecostales donde se había congregado como: «¡a su nombre!» y el respondía «¡gloria!»; y «¡a su gloria!», decía: «¡más gloria!». Cantábamos canciones que aún recordaba y citábamos las escrituras más conocidas animándole a repetirlas con nosotros.
Por su parte Marisa, hija de Hortensia, que vive muy cerca de la residencia Caliu, ha estado día tras día visitándole a las horas de la comida para estar con él ayudándole y animándole con su presencia siempre generosa. Un gran ejemplo de entrega y cariño incondicional.
Poco a poco la dolencia fue tomando el control de su consciencia perdiendo con ella los recuerdos de una fe siempre activa y militante. A pesar de ello hemos insistido en pasar con él un tiempo de alabanza, lectura y oración, penetrando más a su espíritu que a su mente. Hubo un día cuando orando con él la sala se lleno de una atmósfera celestial que nos hizo pensar que llegaba el tiempo de la partida. Mi mujer y yo nos miramos, pensando que era un buen momento para el último viaje, sin embargo, la naturaleza incombustible de Joaquín, que siempre tenía apetito a la hora de comer se mantuvo todavía durante varios años más. Hasta que ayer, en medio de la pandemia del coronavirus partió con el Señor.
Hace algunos días hice una llamada telefónica a la residencia para saber cómo estaba, ya que habían prohibido las visitas, y me informaron que tenía días. A veces un poco de fiebre, luego le bajaba, pero se mantenía estable. No han podido confirmar que haya fallecido por el coronavirus, lo que sí sabemos es que ha partido para estar con el Señor a quien amó toda su vida y cuyo reflejo veíamos en su rostro cada vez que estábamos con él. El polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7). Descanse en paz Joaquín Sanjuan.
P.D. Sirva esta reseña como recuerdo de su memoria en unos tiempos duros y de gran soledad a la hora de partir. Los hermanos de la iglesia Betel de Terrassa, donde se congregaba los últimos años de salud, le recuerdan con cariño y dan gracias a Dios por su testimonio de fe. Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen (Apocalipsis 14:13).