Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… blasfemos… (2 Timoteo 3:1,2).
La blasfemia es una injuria que se hace a la divinidad. Va dirigida especialmente hacia lo sagrado.
Es la falta de respeto por las creencias religiosas de otras personas.
Nuestra sociedad, que presume de ser tolerante y respetuosa, legisla y promueve todo tipo de iniciativas para extirpar de la sociedad la dimensión trascendente de la vida, especialmente en Occidente, y la que tiene que ver con la herencia judeocristiana.
Una y otra vez vemos cómo se blasfema de Dios, de la Biblia, el culto y la adoración, mientras que cualquier expresión de paganismo, magia, hechicería, ocultismo, y todo tipo de obras de la carne, son elevadas a una dimensión de respeto y aceptación.
Las manifestaciones proabortistas o del día del orgullo gay suelen ir acompañadas de obscenidades dirigidas a dañar la conciencia de aquellos que se oponen a sus proclamas basándose en la ley moral fijada en el Libro Sagrado.
Nuestros días están cargados de una libertad mal entendida. La blasfemia es la manifestación del hombre sin temor de Dios. Esta falta nos conduce a la necedad. La ignorancia se vuelve muy atrevida y no sabe que atrae ruina hacia sí mismo.
El evangelio de Jesús enseña que si permanecemos en su palabra, seremos sus discípulos, y conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. Libres de la ignorancia, la necedad y la blasfemia.
Todos hemos participado de algún tipo de necedad. Todos hemos blasfemado en algún momento por ignorancia. Hasta el apóstol Pablo dijo: «habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad» (1 Timoteo 1:13).
El evangelio de Dios nos dice que «el siervo del Señor debe ser apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivo de él para hacer su voluntad» (2 Timoteo 2:23-26) (2 Corintios 4:3,4).
Y además añade: «Esto éramos algunos; pero fuimos lavados, fuimos santificados y justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1 Corintios 6:11). Si vienes hoy a Jesús escaparás de los lazos de la blasfemia que lleva tu vida a la esclavitud y encontrarás el perdón de pecados que conduce a la vida eterna.
La palabra de Dios nos alerta sobre esta naturaleza, pero a la vez nos invita «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» Hebreos 4:16.
Gracias Virgilio por compartir este tema.
Bendiciones.
Ho l g e r
Correcto, Holger, estoy de acuerdo. Un abrazo.
Muy buen tema hermano Virgilio. Tenemos que exponerlo en la Congregación. Bendiciones en el nombre de nuestro Señor ascendido.
Gracias, querido Joel, hagamosló… Un abrazo en Cristo.
Excelente enseñanza mi pastor, permitame tomar sus enseñzas para compartirlo a la iglesia. El Señor le bendiga siempre