Asistimos en este momento de la historia a uno de los acontecimientos más relevantes en cuanto a la proliferación de la mentira. El poder manipulador y destructor de la propagación de falsedades está en su momento más álgido por cuanto es posible repetir una mentira en cualquier lugar del globo y ser reproducida en pocos segundos a todo el orbe mediante los nuevos medios de comunicación. La globalización de la información puede hacer posible que una mentira se repita millones de veces quedando instalada en el ideario colectivo mediante el uso de Internet y las redes sociales.
La guerra cibernética es la nueva estrategia mundial de las naciones para imponer su mensaje a los demás. Los poderes económicos empresariales también luchan por introducir sus productos antes que los demás, y captar la atención de millones de personas potencialmente compradores de sus ofertas.
Esas autopistas de la información son también el canal para propagar todo tipo de mensajes contrarios a la verdad revelada. Por supuesto, lo son también para anunciar la buena nueva del evangelio, pero no seamos ingenuos, la fuerza radica en la predisposición del ser humano a la mentira y su resistencia a la verdad de manera innata. El mundo entero está bajo el maligno; el diseño establecido como sistema mundano está formado para resistir la verdad y dar paso a la mentira sutilmente edulcorada en un atractivo formato exterior.
Por ello, siempre se cuelan antes los mensajes falaces, necesitando un corazón contrito y humillado, dependiente –exactamente lo contrario al espíritu que opera en el sistema mundano donde se premia los deseos de los ojos y la vanidad de la vida− para poder ser receptor de la verdad que a vida eterna permanece. Por tanto, seamos claros, es más fácil creer la mentira que aceptar la verdad en la mayor parte de las informaciones que masivamente nos llegan.
Cuando entramos en el ámbito de las ideas, las filosofías, y por supuesto la teología, operan los mismos parámetros. De tal forma que suele ser más sencillo introducir una mentira agradable que una desagradable verdad. El corazón engañoso del hombre está mejor predispuesto para lo que desea oír que para lo que necesita saber. De esta forma, siempre nos alcanzan antes los mensajes dirigidos y bien diseñados para el alma, que aquellos que tienen como destino la revelación para el espíritu del hombre. El barro primario de nuestro ser asimila antes lo terrenal de lo que el espíritu caído en oscuridad pueda percibir del reino espiritual.
De esta manera asistimos a la conquista del alma humana mediante la información debidamente manipulada para controlar de esa forma su mente, emociones, economía y finalmente su espíritu, el ser completo devorado por otro espíritu ajeno al suyo que se convierte en señor y dueño de su destino. El evangelio, en su esencia, contiene el poder de Dios para rescatar al hombre de esas garras dominantes y trasladarlo a otro dominio de justicia y libertad: el reino de Dios.
La Biblia, un libro –el Libro− único en el mundo, contiene el mensaje necesario para comprender los poderes que actúan sobre el ser humano y revela el camino de salida para poder quedar absuelto de la tiranía a la que está sometido. Las verdades esenciales de la vida están diseñadas en sus páginas. Las respuestas necesarias también. Centrémonos en la lucha entre mentira/verdad y saquemos algunas conclusiones.
Hablando de los últimos tiempos, Yeshúa (Jesús) dijo estas palabras: Mirad que nadie os engañe (Mt.24:4). De lo que se desprende que es posible ser engañado en un periodo de la historia cuando prolifera la mentira. A continuación dice que vendrán muchos en su nombre manifestando ser el Cristo (Mesías); y dice: a muchos engañarán (Mt.24:5). Jesús da por hecho que muchos serán engañados en algo tan esencial como la identidad del Mesías verdadero. Y añado, no solo en cuanto a la persona en sí, sino también el mensaje mesiánico que contiene. Por tanto, podemos concluir que habrá en los últimos tiempos mensajes redentores y mesiánicos que pretenderán ocupar el lugar del verdadero Mesías anunciando un mundo idílico si nos sometemos a su ideología o doctrina. Y en este caso hay varias ideologías que ya han pretendido ocupar ese papel: comunismo, fascismo, islamismo, y por supuesto, el nacionalismo. Miremos a este último, surgido en el siglo XIX y que nos mantiene entretenidos –o tal vez sometidos− hasta el hartazgo en España desde hace años. Me refiero, claro, al independentismo catalán.
Siguiendo el discurso del Mesías en Mateo 24 vemos que una de las señales del tiempo del fin es el resurgimiento del nacionalismo. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino (24:7). Identidades supremacistas que confrontan las sociedades. En el siglo XIX se pusieron las bases ideológicas para el levantamiento de los nacionalismos en muchos lugares del mundo, también en Cataluña, que hasta ese momento prácticamente no existía, a pesar de la propaganda manipulada de la historia que han hecho sus ideólogos.
Luego el Maestro dice que muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos (24:11). Tenemos, por tanto, que los nacionalismos serán el resultado de los ideólogos, falsos profetas, que pondrán las bases para el levantamiento de la soberbia nacionalista, que además contiene elementos claramente mesiánicos y religiosos. Jesús dice taxativamente que «engañarán a muchos». Tal es el poder de la mentira, que en este caso se recubre de mesianismo para usurpar el mensaje original de los profetas de Israel.
La Primera y Segunda Guerra Mundial fueron resultado directo de ideologías nacionalistas. La fuerza de una identidad étnica que se levanta con idolatría y soberbia sobre las demás nacionalidades. El nacionalismo germano, la raza aria, produjo un monstruo que ha causado millones de muertos. Los ideólogos catalanistas independentistas (Pompeu Gener, Valentí Almirall, Prat de la Riba, y otros) bebieron de esas fuentes estableciendo vínculos ficticios entre la raza catalana y la germánica, en contraste con la ibérica, semita y africana, adjudicada al resto de España, especialmente Castilla y el sur de la Península.
En una entrevista reciente a un exdiputado del Parlament y miembro del Consejo General del Poder Judicial, autor del célebre eslogan «España nos roba», le preguntaron: Si el pueblo catalán lo que desea es creer, hablamos de una religión. Su respuesta fue muy significativa y enlaza con el mensaje de Mateo 24. Hace tiempo que lo es. Una religión en el sentido de culto mesiánico… El procesismo actúa como un culto milenarista, en el cual hay que tener confianza ciega en el profeta porque tiene una relación mística con la verdad, en este caso el pueblo.
El nacionalismo pretende ocupar el lugar dejado por la religión institucional, y en España hay un vacío inmenso de religión clásica llenado por las nuevas religiones: nacionalismo, consumismo, hedonismo, relativismo, buenísmo, etc. El nacionalismo es una idolatría que tiene sus profetas, sus dogmas, símbolos, fechas destacadas del calendario, procesiones multitudinarias, mesianismo, en definitiva, pretende ocupar el trono en los corazones de los hombres destinado al verdadero Mesías y Redentor del mundo, el Deseado de todas las naciones (Hageo 2:7).
Pero la mentira tiene un poder infernal, impulsada por doctrinas de demonios y espíritus engañadores (1 Tim.4:1), que lleva a muchos a apostatar de la fe en los últimos tiempos, o cambiar de fe, porque no se puede servir a dos señores. Y en este punto encuentro el verdadero poder de la mentira cuando el hombre resiste la verdad: Por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos, (2 Tes. 2:10), dispusieron sus corazones para creer la mentira con una fuerza inusitada, que siguiendo el pensamiento del apóstol Pablo, es impulsada por Dios mismo en aquellos que obstinados y contumaces se oponen a la verdad. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira (2 Tes.2:11).
Cambiar el culto a Dios por el culto a la tierra, la creación, la naturaleza, o la identidad nacional, es idolatría y conduce al juicio divino. Así está escrito: Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido, profesando ser sabios, se hicieron necios… y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen (Rom.1:21-28).
Cuando la mentira toma el control de la mente humana, el hombre es capaz de articular argumentos sutiles, con cierta verosimilitud, alguna verdad mezclada con ciertas dosis de error, y la manipulación adecuada, que puede llevar a la necedad a personas sabias, inteligentes y capacitadas en una sabiduría terrenal, pero alejados de la revelación de Dios que resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. En definitiva, los gobernantes de las naciones que legislan a espaldas de la verdad de Dios, y levantan cultos espurios al estilo del pecado de Jeroboam, colocan al pueblo en disposición de heredar el error que conduce al abismo.
Una disidente de Alemania Oriental dijo en cierta ocasión: «Ninguna mentira es demasiado obvia para el pueblo si esta se acomoda a su deseo de creer en ella». No subestimemos el poder de la mentira. Algunas parecen claras, pero otras se esconden tras una argamasa de razonamientos altivos, entrelazados, con eslóganes simples y falsos que atrapan el alma humana en una espiral irrefrenable, condimentada con una buena medida de sentimientos, identidad personal y sentido del destino que puede evitar el retorno si traspasamos los límites que impiden volver en sí.
El nacionalismo en general, y el catalán en particular, contiene suficiente dosis de todo ello para hacerlo dañino y nocivo, cuyo fruto estamos probando en forma de ruptura social, económica, locura, entretenimiento, y división. Asistimos al poder que tiene la mentira para llevar a los pueblos al fanatismo, la hechicería y fascinación propia de los cultos paganos, cuya madre es Babilonia y sus líderes emblemáticos Nimrod, en versión masculina, y Jezabel en la femenina.
Recuerda las palabras de Jesús sobre los últimos tiempos: Mirad que nadie os engañe… Los mensajes redentores y mesiánicos a muchos engañarán… Muchos falsos profetas se levantarán [y no solamente en el ámbito religioso, sino también político, filosófico, cultural, etc.] y engañarán a muchos. No siempre las multitudes que apoyan una causa son su garantía. Tampoco las causas minoritarias tienen el monopolio de la verdad. Jesús es la verdad. El verdadero Mesías. Sus palabras son verdad. Y su reino no tiene comparación posible. Toda la Escritura es útil para conocer la verdad y ser libres.
Tan paradójico, tan inverosímil, tan poluto, empero, es el actual síncope espiritual