Hoy salí de casa sobre las 5,20 de la mañana, como cada día, para dirigirme al trabajo. En la carretera había el mismo tráfico acostumbrado, aunque se había anunciado una huelga general en Cataluña. Ni se me pasó por un momento la idea de no acudir a mi puesto de trabajo para secundar la huelga convocada. He trabajado con normalidad, junto con mis compañeros, y he vuelto a casa después de pasar por un corte de carretera infantil (las personas que la habían cortado eran en su mayoría chavales que estaban de «fiesta», eso sí, con un coche de los Mossos, la policía catalana, custodiando su derecho a la huelga).
Reconozco que semejantes desórdenes me afectan. Y es que el motivo de la huelga era la «represión» de la Policía Nacional (según las manipuladoras informaciones del Govern de Cataluña) del pasado domingo ante el referéndum ilegal que se convocó y se llevó a cabo, eso sí, con la misma infantilidad y obstinación cuál niño caprichoso que sus padres no han sabido educar adecuadamente, y pataleaba ante la resistencia de quienes representan la autoridad del Estado en un hecho flagrantemente sedicioso.
De las supuestas 800 personas afectadas por la carga policial quedaban ayer en el hospital 4, no sé si aún quedará alguna. Muchas de ellas fueron por desmayos y ansiedad. Algunas de las imágenes que han salido por el «mundo entero» están manipuladas al más puro estilo palestino. Una de las víctimas al menos ha tenido hoy la decencia de decir que no era cierto que la policía le hubiera arrancado los dedos de su mano uno a uno (como había asegurado con anterioridad) sino que solo ha sufrido una capsulitis, es decir, inflamación en uno de los dedos.
En otros casos se han usado a niños y ancianos para oponerse a las fuerzas de orden público en las puertas de los colegios donde sabían que vendría la policía a cumplir con la orden del juez para asegurar el Estado de Derecho. Sucesos estos que nunca hubieran ocurrido si los Mossos, (policía autónoma catalana), hubieran cumplido con su deber de cerrar dichos centros, también por orden de la autoridad judicial. Está abierta una investigación sobre la actuación vergonzosa y pasiva del cuerpo de seguridad catalana que ha preferido ponerse de perfil y actuar como policía política.
Hay mucho más que decir de estos hechos pero no me alargaré para entrar en lo que a mi parecer es lo mollar del asunto. Quiero por ello hacer algunas consideraciones al respecto de la huelga que se ha llevado a cabo hoy en Cataluña por iniciativa de su Govern y a impulso de sus huestes más radicales, léase la CUP y la izquierda radical experta en estas lides.
En primer lugar la farsa se sustenta sobre el hecho de que no ha habido ninguna «represión» policial desproporcionada (cómo me recuerda otra vez el argumentario contra Israel en su defensa ante los terroristas islámicos), sino que se ha actuado con naturalidad en los casos donde la policía ha podido realizar su trabajo, y en los que ha encontrado resistencia violenta ha actuado legítimamente como lo hace cualquier policía en cualquier parte del mundo, incluidos los Mossos en otros momentos.
Las personas que hayan podido recibir alguna contusión en esas actuaciones policiales sabían a qué se exponían, estaban avisados, aceptaron las consecuencias que se podrían derivar de estos hechos, y si fueran honestas deberían asumir los resultados. En lugar de ello los han llevado corriendo a hospitales aunque solo tuvieran una pequeña contusión para conseguir la foto de rigor, el número para la estadística, dar la argumentación manipulada en muchos casos y conseguir su propósito: culpar al Gobierno de la nación de represor echando todo su odio sobre las autoridades que deben velar por el bien general y hacer cumplir la ley y el orden.
Pasados dos días de estos hechos, y queriendo aprovechar el foco internacional que está puesto sobre Cataluña estos días, se convocó esta huelga para usar a las masas contra la Guardia Civil, la Policía Nacional y el Gobierno legítimo de la nación, y de paso sacar la atención de un referéndum falso, ilegal, impropio de gobernantes autonómicos que tanto hablan de Democracia y libertad pero han demostrado ser auténticos traidores y sediciosos ante la Constitución Española de donde cuelgan sus prebendas y derechos administrativos. Si el actual gobierno de la nación no fuera tan pusilánime, cobarde y hubiera sido abandonado por el partido mayoritario de la oposición a su suerte, que en lugar de apoyar en estos momentos de peligro nacional prefiere exigir diálogo con los golpistas y protagonistas del desorden y la inestabilidad que vivimos hoy, sino fuera por todo ello, los autores de semejante golpe de estado ya estarían en la cárcel, en lugar de jalear a la muchedumbre a un odio infernal y cainita que sigue siendo su mejor arma en estos momentos.
Vivimos una farsa infinita porque muchos que se duelen de algunos golpes de la policía siendo capaces de una «reacción tan violenta» son los mismos que acuden a las clínicas abortivas a matar a sus propios hijos en el vientre materno. En muchos casos son los mismos que pelean por la eutanasia que pretende acelerar la muerte de los ancianos. Son los mismos que destilan odio contra quienes no piensan como ellos. Son los «pacificadores» de falsa piedad que niegan los derechos a más de la mitad de los habitantes de Cataluña que no somos nacionalistas y muchos menos separatistas. Son los mismos que no dijeron ni una palabra contra el islamismo radical en la manifestación de Barcelona después de los atentados recientes en la Rambla, donde si hubo muertes, maldad y dolor extremo.
La Biblia nos dice que el mundo entero está bajo el maligno. La mentira tiene una fuerza devastadora (que le pregunten a Nabot acusado por hombres perversos bajo influencia de la bruja Jezabel) capaz de implantar argumentos altivos en toda una generación que la lleve al juicio de Dios para su depuración.
Estoy unido con el profeta Habacuc en su queja ante la injusticia de sus días: ¿Hasta cuando, oh YHVH, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia (Habacuc 1:2-4).
Seguiré en mi puesto de guardia, velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja (2:1). Seguiré orando con el profeta: Oh YHVH, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia (3:2). … Con todo, yo me alegraré en YHVH, y me gozaré en el Dios de mi salvación (3:17-18). El Dios de Israel.
Totalmente de acuerdo, gracias.
Buen articulo, bien escrito con pasión y educación.
buenísimo, amigo!