Viendo la deriva de los nuevos gobernantes de mi país solo puedo pensar en el juicio de Dios para comprender lo que está pasando.
De pronto tenemos jóvenes arrogantes en puestos de gran responsabilidad, y otros que esperan con impetuosidad su turno para enseñorearse de la generación anterior.
Aunque ciertos jóvenes pueden estar bien preparados antes de llegar a la edad adulta, tener grandes cualidades y desempeñar puestos de responsabilidad con verdadera habilidad, no suele ser lo habitual. Cada cosa tiene su tiempo debajo del sol, y adelantarse a los procesos naturales para llegar a la madurez es contraproducente.
La Biblia enseña que la juventud es vanidad [1]; también declara que la necedad está ligada en el corazón del muchacho [2]; y para ser honestos y completar las posibilidades, encontramos en el apóstol Pablo la siguiente declaración sobre Timoteo: Ninguno tenga en poco tu juventud [3], aunque por ese tiempo no era exactamente un muchacho, y el maestro que había tenido lo había formado bien para que fuera un ejemplo a los creyentes.
Sin embargo, tener a un muchacho al frente de los destinos de un país, y si esos muchachos están llenos de arrogancia y necedad, el resultado puede ser desastroso. Tampoco quiero decir que sea una garantía poner a personas adultas en esos puestos y que las consecuencias sean distintas.
El sentido común, la experiencia y la historia dictan que hay mayor probabilidad de éxito en una nación si sus gobernantes son prudentes, sabios, temerosos de Dios y apartados del mal, que si están llenos de prepotencia, plagados de sí mismos, son altivos y menosprecian a los demás creyendo que con ellos comienza todo. No hay nada nuevo debajo del sol, por tanto, el hombre y la mujer están destinados a cometer los mismos errores en las distintas generaciones.
Dicho esto, repito, y afirmo lo siguiente: solo puedo entender que los muchachos lleguen a ser señores como un juicio de Dios a la nación. El profeta Isaías vivió una parte de su vida esa realidad como consecuencia del pecado de la nación que atrajo el juicio de Dios sobre ellos. Así está escrito:
Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores [4].
La consecuencia de semejante castigo divino fue una sociedad violentada, en continuo conflicto entre los vecinos, las generaciones y las distintas clases sociales [5].
La ruina que sobreviene a una sociedad como la mencionada, (muy parecida a las posibilidades que se presentan en la nuestra en los próximos años), es el resultado de una lengua suelta que habla sin tino, sin pudor, ni respeto, incluso contra Dios mismo, y sus obras irritan al Señor [6]. Además publican su pecado sin disimulo [7], con el resultado de amontonar el mal sobre sí mismos y sobre todo el pueblo que los ha votado, o no.
Y concluye el profeta con estas palabras que suenan a epitafio:
Los opresores de mi pueblo son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él. Pueblo mío, los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos. El Señor está en pie para litigar, y está para juzgar a los pueblos [8].
Y añadiría las palabras del apóstol Pedro que dice que es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios, por su pueblo; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? [9].
Algunos se preguntarán cuál es nuestro pecado para ser motivo del juicio de Dios. Y respondo que son tantos que sería difícil enumerarlos todos. Pero puedo resumirlos en tres principales que a su vez ponen de manifiesto una forma de vida alejada del temor de Dios, embriagada de egoísmo y realización personal, amadores de sí mismos, y todo la lista que hace el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3 sobre el carácter de los hombres en los últimos tiempos.
El mismo apóstol los resume en Romanos 1, y según entiendo explica lo que estamos viviendo en la actualidad en la mayoría de las naciones europeas. Pueblos que en otro tiempo pusieron su fe en Dios, aunque fuera en muchos casos de forma interesada, pero que ha forjado la civilización europea en unos parámetros que no se entienden sin la influencia innegable del evangelio y sus obras.
Resumiéndolos serían estos. (1)Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido, se hicieron necios, cambiaron la gloria de Dios por adoración de las criaturas, idolatría de sí mismos, culto al cuerpo; entonces Dios los entregó a la inmundicia. (2)Luego cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando el humanismo en lugar de al Creador, y Dios los entregó a pasiones vergonzosas (lesbianismo y homosexualidad). (3)Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, (parece que Dios ha muerto en Occidente), entonces Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen [10]; como por ejemplo votar a muchachos necios y arrogantes para que sean sus gobernantes.
Es como en los días cuando Israel pidió rey. Quisieron rey y el Señor les dio rey, Saúl, y con él, el abuso de impuestos, la derrota ante sus enemigos, hasta que el Señor levantó a David, figura del rey Mesías, que ya vino y volverá para reinar.
¡Hay tantas cosas que hoy hacen los gobernantes que no convienen que es difícil encontrar las que si convienen!
Dos cosas más antes de concluir. La primera es que no toda la culpa es de los jóvenes, porque los pecados de las nuevas generaciones siempre se originan en el final de la generación anterior. Hay varios ejemplos en la Escritura de ello. Véase la generación posterior a Josué, y la que vino después de Salomón. Y la segunda cosa que quiero mencionar la cita el profeta Isaías en el mismo texto que venimos usando:
Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos [11].
También está escrito que el Señor sabe rescatar de tentación al justo, aunque este justo viva en una sociedad al estilo de Sodoma y Gomorra, como fue el caso del justo Lot [12].
Por tanto, cada uno de nosotros daremos cuenta a Dios de nosotros mismos. Cada uno es responsable de sí mismo, aunque la responsabilidad esté repartida de distinta forma, y viviendo en sociedad tengamos que sufrir un gobierno de muchachos impertinentes.
La gracia de Dios superará el pecado de los pueblos, y la misericordia triunfa sobre el juicio cuando los hijos de Dios levantan su clamor al cielo a favor de la tierra.
[1] – Eclesiastés 11:10
[2] – Proverbios 22:15
[3] – 1 Timoteo 4:12
[4] – Isaías 3:4
[5] – Isaías 3:5
[6] – Isaías 3:6-8
[7] – Isaías 3:9
[8] – Isaías 3:12,13
[9] – 1 Pedro 4:17
[10] – Romanos 1:21-28
[11] – Isaías 3:10
[12] – 2 Pedro 2:7-9