Pero debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán… jactanciosos… (2 Timoteo 3:1,2).
¿Cómo debemos entender que Pablo nos diga que los tiempos finales serán difíciles o peligrosos porque los hombres serán vanidosos? ¿Es que la vanidad o jactancia no es un compañero inseparable del ser humano? ¿A qué se refiere entonces? Por supuesto, siempre ha habido personas egoístas, avaras y vanidosas, pero el apóstol vio que en los días antes del fin habría una generalización de la vanidad del hombre.
Desde el siglo XVIII y XIX, con la revolución industrial, el hombre ha elevado su grado de autosuficiencia y vanidad a unos niveles nunca antes vistos. Hemos llegado a la Luna, conquistado el ciberespacio, creado la bomba atómica, y tantos otros avances de la ciencia que el hombre postmoderno tiende a pensar que es dueño de su propio destino. Cree ser su propio dios.
El Humanismo ha colocado al hombre como centro de todas las cosas. Las nuevas generaciones nacen con un ego elevado a la máxima potencia; su jactancia les impide respetar si quiera a los mayores.
Los niveles de arrogancia y vanagloria son más elevados que los del CO2 en la atmósfera.
La mayor de las jactancias es pensar que el hombre no necesita a Dios. Es su propio dios. La Biblia dice que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
La jactancia del hombre postmoderno le lleva a elevarse por encima de Dios.
El hombre de hoy se alaba a sí mismo, cree que no hay nadie como él, desprecia a los demás.
Jesús dijo de los días finales que serían como los de Noé y los días de Lot. La característica de esas generaciones anteriores fue una vida entregada a los placeres, la ociosidad y el desprecio por la eternidad. Todo su tiempo era terrenal. Así será en la venida del Hijo del Hombre, dijo el Maestro.
El sello de la vanagloria es inventar otro evangelio, salvarse así mismo. Tal vez esta es una de las razones por las que sea tan difícil aceptar el verdadero y único evangelio en la sociedad occidental.
La revelación del evangelio que recibió el apóstol Pablo dice: Por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8).
Está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor (1 Corintios 1:31). La buena nueva nos libra de la vanidad y la arrogancia que tanto ensucia al hombre en su imagen y semejanza de Dios.