Viene de la palabra inglesa «confort», que significa comodidad. Es una práctica que fácilmente nos lleva a adaptarnos a cualquier circunstancia. Es hacer concesiones, es decir, conceder el dominio a las circunstancias que nos rodean. Una falta de combatividad que paraliza la búsqueda, la expectativa y la visión. Pérdida del interés. Es dar por sentada la vida y «vivir de las rentas».
Este enemigo nos roba las iniciativas hundiéndonos en un estado de ánimo mediocre, gris y egoísta, puesto que nos lleva a una actitud a la defensiva para guardar lo poco que tenemos. Nos quita, además, la entrega y la inversión de nuestra vida en el Reino de Dios, para diluirnos en el fango de la cobardía y el temor. Jesús dijo: El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará (Juan, 12:25). El Maestro fue especialmente duro con aquel siervo que había guardado su talento por temor a perderlo. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos (Mateo, 25:24-30).
El conformismo y la comodidad son especialmente nocivos para vivir una vida llena del Espíritu. La vida en el Espíritu se mueve en una dimensión ilimitada, por tanto, el conformismo la puede frenar en cualquier pequeña experiencia y robarnos la inmensidad de la plenitud de Dios (Ezequiel, 47:1-5) (2Reyes, 2:1-15).
El sistema de este mundo está diseñado para desequilibrarnos. O nos frena en el conformismo; o nos enloquece en la insatisfacción. Por su parte, el Espíritu Santo nos trae la vida equilibrada de Jesús a nuestros corazones.
Derrotando el conformismo
La respuesta es sencilla. El conformismo se derrota con inconformismo; que no hay que confundirlo con la insatisfacción. En Cristo estamos satisfechos pero no somos conformistas, porque sabemos que hay más y más áreas de profundidad y madurez en él. Como está escrito: … para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios, 3:17-19). … No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; si no que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Fil, 3:12-14).
La palabra de Dios nos enseña abiertamente a ser inconformistas en diversas áreas de nuestras vidas. Veamos algunas.
No os conforméis a este mundo. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos, 12:2).
No os conforméis a la corrupción. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia (2Pedro, 1:3-4).
No os conforméis al error. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error (2 Pedro, 2:18).
No os conforméis a las contaminaciones. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero (2 Pedro,2:20).
No os conforméis a los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan, 15-17).
No os conforméis a los deseos carnales que batallan contra el alma. (Recuerda que el alma incluye la mente, las emociones y la voluntad). … como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia… Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma… (2 Pedro, 1:14 y 2:11).
No hacer concesiones. Significa no ceder a las presiones del enemigo para robarnos nuestras convicciones y valores. Defender la heredad de Dios: salvación, salud, paz, liberación…
Ejemplo: El pueblo de Israel cedió terreno a los cananeos y permitió que vivieran con ellos en la tierra que Dios les había dado como heredad. Allí estuvo la clave de sus futuras derrotas. Mas al jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín, y el jebuseo habitó con los hijos de Benjamín en Jerusalén hasta hoy (Jueces, 1:21, 27, 28, 29, 30, 31,33). Dios les había dicho claramente que no hiciesen concesiones al enemigo. Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Éufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti. No harás alianza con ellos, ni con sus dioses. En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo (Éxodo 23:31-33). Leer también Deuteronomio 7:1-11.
Ejemplo: Uno de los valientes de David, Sama hijo de Age, nos enseña claramente la lección de no hacer concesiones al enemigo, aunque sea un pequeño terreno de lentejas. Después de éste fue Sama hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos. El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y mató a los filisteos; y el Señor dio una gran victoria (2 Samuel 23:11-12).
El apóstol Pablo nos muestra también lo que es una vida alejada del conformismo y fundada en la determinación incansable de conocerle a él (Jesús), y extender su Reino. …Y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta… (Filipenses 3:13-15). Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios (Hechos, 20:24).
“Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Filipenses 2:13 (RV60)
Dios es quién motivaba para desear y llevar a cabo sus proyectos en forma continua y persistente. ¿Qué hace la diferencia entre una persona conformista que no desea progresar y alguien que siempre busca mejorar en su vida? Simplemente obedecer la voluntad de Dios.
Buen enfoque en cuanto al conformismo apreciado hermano Virgilio. . . . . Bendiciones.