El año 711 fue nefasto para la historia de España. En esa fecha fue invadida por las huestes del islam con un ejército bereber (tribus del norte de África) al mando de Tariq; para consolidar la invasión con otro ejército de mayoría árabe al mando de Muza poco después.
En poco tiempo la Península Ibérica quedó subyugada por el totalitarismo islámico, que impondría la islamización progresiva en un proceso con distintas fases.
Durante los años 756-929 se estableció un emirato independiente del califato de Damasco. Luego vino el Califato de Córdoba 929-1031. Cuando se disolvió se produjo el primer periodo de los reinos de Taifas. A este periodo incierto le siguió la invasión de un islamismo radical a través de los almorávides (1086-1147). Una vez que decayó el fervor radical de la ley islámica vino una nueva oleada de invasores conocidos como almohades (1147-1230); un ejército fundamentalista fanático que impuso un régimen de terror y destrucción durante mucho tiempo. Era lo más parecido al actual Estado Islámico que opera hoy en Irak y Siria.
Los almohades defendieron el retorno al islam primigenio. En poco más de treinta años lograron forjar un poderoso imperio desde Santarén (en el centro de Portugal) hasta Trípoli (Libia) deteniendo el avance de los reinos cristianos con la derrota de las tropas castellanas en 1195 en la batalla de Alarcos.
No fue hasta 1212, en la batalla de las navas de Tolosa, donde fueron derrotados los fundamentalistas almohades, frenando su expansión y dominio, y dando lugar a un periodo en el que se consolidó el último reino islámico en España, el reino nazarí de Granada, derrotado por los reyes católicos en 1492, dando por finalizada la reconquista.
Cuando los islamistas actuales amenazan con la recuperación de Al-Ándalus, lo hacen desde la visión que tuvieron los antiguos almohades, es decir, el fundamentalismo original del islam, para instalar un dominio totalitario sobre toda la población hispana. Su visión es mundial. Su arma el terror. Su ideología el islam de la segunda parte de la vida del profeta Mahoma, la que desarrolló en Medina como caudillo, político y líder religioso.
Mientras tanto, muchos de nuestros gobernantes hechizados y paralizados con una falsa cosmovisión islámica pacifista que no resiste la menor prueba histórica, y que demuestra una ignorancia muy peligrosa de la verdadera naturaleza del islam.
El evangelio enseña que el Estado debe castigar al que hace lo malo
El evangelio, que es un mensaje de paz, justicia y verdad, no evita pronunciarse con claridad en cuanto a la autoridad, delegada por Dios sobre los magistrados, para que actúen a favor de la justicia y la equidad en los pueblos.
Pablo dice: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo [1].
Dios ha delegado autoridad sobre algunas personas en las naciones para que administren justicia, estableciendo unas condiciones aceptables de convivencia social. El propósito es siempre vivir en paz, quieta y reposadamente, con toda piedad y honestidad [2]. Esto es bueno delante de Dios. Pero cuando se perturba, los pueblos, mediante sus autoridades legalmente establecidas, tienen el derecho y la obligación de defender los intereses de sus ciudadanos, evitando el atropello y la violencia de quienes quieren trastornar y conquistar un territorio que no les pertenece.
Un falso pacifismo estatal cuando existe una amenaza real de destrucción de la nación, es una mentira insoportable que solo puede conducir a la esclavitud y el desastre. Hablamos de hechos reales, no manipulaciones de gobernantes paranoicos, megalómanos y conspiranóicos.
El evangelio enseña que hay hombres perversos y malos [3], a quienes es necesario combatir con las armas de justicia y verdad en el caso de la iglesia, desenmascarando su naturaleza y echando luz que sirva de guía a las autoridades del mal que acecha; y con la fuerza de la ley y la espada (si fuere necesario) en el caso de la nación. Soy consciente de los excesos que esta verdad puede producir, pero el principio no cambia si a la siembra del trigo le acompaña la indeseable cizaña.
Jesús nunca hizo la paz con el diablo. La Biblia enseña a resistirle firmes en la fe, evitando a todos aquellos que manifiestan su naturaleza impía [4] mediante las obras de robo, muerte y destrucción [5].
No cabe engañarse. El islam pretende, en su versión primigenia y fundamentalista –la de Mahoma en Medina−, el dominio por la fuerza de los demás pueblos para establecer un totalitarismo al estilo de Nimrod sobre las naciones. Ante ello hay que defenderse desde distintas vertientes y según la autoridad y capacidad de cada uno. En el caso de la iglesia anunciando el evangelio de la gracia que liberta al hombre de sí mismo y su tiranía, para ser transformado a la semejanza del Hijo de Dios.
Notas:
[1] – Romanos 13:1-4
[2] – 1 Timoteo 2:1-3
[3] – 2 Tesalonicenses 3:2
[4] – Tito 3:10,11
[5] – Juan 10:10
