Hay un término musulmán denominado fatah que identifica una parte de la estrategia islámica más sutil que la denominada Yihad.
Este término significa infiltración, colarse en un país en número suficiente como para que su cultura e identidad sea afectada. Significa aprovechar las leyes tolerantes, y unas políticas pasivas en la implantación del islam en estas sociedades.
En los países donde la estrategia militar fracasa, los métodos más lentos, sistemáticos e implacables de la fatah mediante la demografía consiguen la conquista de países enteros. Por ejemplo. En Francia se está produciendo una revolución demográfica. Algunos expertos predicen que en el año 2040 el 80% de sus habitantes serán musulmanes. De esta forma, la mayoría musulmana acabará controlando el comercio, la industria, la enseñanza y la religión. Dominarán el gobierno, ocupando los puestos clave del Parlamento francés, cuyo presidente sería musulmán.
Esto no es ciencia ficción, está ocurriendo delante de nuestras narices, aquí al lado, en el territorio de nuestros vecinos franceses. Pero no solo en Francia, sino que lo mismo está ocurriendo en Alemania, Holanda, Reino Unido, España, y todo ello mediante una estratagema callada pero eficaz de conquista mediante una quinta Columba introducida para debilitar desde dentro y socavar las leyes, valores y forma de vida de esos países, implantando una nueva ley, la sharía islámica, como está profetizado en Daniel 7:24,25. Esta es la estrategia islámica, nacida del abismo, ¿cuál debe ser la respuesta de los redimidos del Señor que son sal y luz en la tierra donde viven?
Necesitamos gobiernos con hombres justos, temeroso de Dios y apartados del mal; para ello la iglesia del Señor debe tener como una de sus prioridades orar por los gobernantes y aquellos que están en eminencia, para que podamos vivir quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1Tim.2:1-3). Para que esto pueda realizarse es necesario predicar el evangelio, y que esta predicación se lleve a cabo en condiciones favorecidas por gobiernos amantes de la libertad de expresión.