Pero, ¿qué es Janucá? Seguramente a la mayoría de vosotros os suena el nombre, lo relacionáis con una fiesta judía, pero tal vez los datos sobre los que se fundamenta esta fiesta ya no sean tan claros en la memoria.
Janucá es una fiesta importante del calendario hebreo aunque no aparezca en la lista de las grandes fiestas anuales del Señor. El fundamento histórico que la sustenta tuvo lugar en el llamado periodo intertestamentario, es decir, entre el último libro del Antiguo Testamento, y el primero del Nuevo. Después del exilio babilónico, los judíos volvieron a su tierra cuando el rey Ciro el persa proclamó un edicto que todos los judíos que quisieran pudieran regresar a Judea para reedificar el templo del Jerusalén que había sido destruido en días de Nabucodonosor. Es el periodo que llamamos de la restauración, y cuyos protagonistas principales más conocidos fueron Zorobabel (de la casa de David), Esdras, Nehemías, Hageo y Zacarías.
Pasado un tiempo, el imperio persa fue conquistado por Alejandro Magno, el rey macedonio que expandió la cultura griega llamada Helenismo. Muerto de manera prematura el conquistador macedonio, el imperio quedó dividido entre sus cuatro generales principales. La parte que incluía el antiguo reino de Israel, ahora Judea y Samaria, quedó bajo la dinastía de los seleúcidas sirios.
Entre los años 175 al 164 a.C. el reino sirio-seleúcida estuvo dominado por Antíoco IV Epifanes. Este rey quiso erradicar el judaísmo implantando el helenismo griego. Muchos judíos ya habían aceptado la asimilación; los jóvenes de Jerusalén hacían gimnasia desnudos siguiendo el modelo griego, incluso, muchos de ellos removieron quirúrgicamente los rastros de la circuncisión de sus cuerpos. Se prohibió la celebración del shabat, la circuncisión y el estudio de la Tora bajo pena de muerte. Se construyeron altares a los dioses griegos en las ciudades de Judea. Una vez al mes se supervisaban todas las casas, si los oficiales del ejército encontraban copias de las Escrituras o alguno de los jóvenes había sido circuncidado, mataban a toda la familia.
El quince del mes Kislev (que corresponde a diciembre) del año 168 a.C. Antíoco violó el lugar santísimo del templo de Jerusalén levantando un altar pagano. Más tarde fue colocada una estatua de Júpiter y ofrecido el sacrificio de un cerdo, el animal mas detestable para los judíos. Esta abominación se llevó a cabo el día veinticinco de Kislev del año 168 d.C.
Al año siguiente, en la pequeña ciudad de Modín, al occidente de Jerusalén, un oficial sirio puso una estatua de Júpiter y ordenó al anciano sacerdote Matatías que sacrificara un cerdo en el altar. El sacerdote se negó, y cuando uno de los judíos renegados quiso hacerlo, Matatías llevado por una furia incontrolada lo mató y también al oficial sirio. Escapó con sus cinco hijos a las montañas de Judea comenzando así una guerra de guerrillas contra el ejército sirio. Es lo que conocemos como la rebelión de los macabeos.
Poco tiempo después, en el año 165 a.C., y tras diversas victorias sobre los griegos-sirios, el templo fue purificado de nuevo por Judas macabeo, hijo del sacerdote Matatías, y restaurados los sacrificios ordenados en la ley de Moisés. Sin embargo, cuando fueron a realizar la purificación solamente tenían aceite para un día, y milagrosamente, esa aceite se mantuvo encendida durante los ocho días que duró la purificación del templo, dando así inicio a la fiesta de Janucá. Esa purificación es lo que se celebra en la fiesta de las luces, o dedicación.
Llegando a la época del Mesías-Rey de Israel en la persona de Yeshúa, nos encontramos en el evangelio de Juan 10:22-23 con la misma fiesta, celebrada por Jesús. Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Es la fiesta de Janucá, que nos recuerda la victoria de Judas macabeo sobre el ejército sirio; el triunfo de la restauración de la Ley de Dios y la derrota del Helenismo.
Una buena parte de este episodio lo tenemos anunciado proféticamente en el libro de Daniel. Puedes leerlo en Daniel 8:11-14; 11:21 y 31. También en el libro de los Macabeos que no figura en el canon de la Escritura hebrea ni protestante, sí en la católica.
Seguramente el autor de la carta a Hebreos pensaba, entre otros, en el periodo de los Macabeos cuando escribió: que por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas… sacaron fuerza de debilidad, se hicieron fuertes en batalla, pusieron en fuga ejércitos extranjeros… Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles… anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido (Hebreos 11:33-40).
Este año la fiesta de Janucá coincide con la de Navidad. En ella se encienden ocho velas para recordar la purificación del templo en ocho días; se envían regalos, y es un tiempo de gran alegría. La luz, simbolizada por la vela encendida, echa fuera la oscuridad que pretende apagar el testimonio de Dios en la tierra.
Jesús es la luz del mundo, y el que le sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de vida. Por tanto, Janucá y Navidad deben recordarnos la victoria de la luz sobre las tinieblas. Proclamemos ese triunfo, no dejándonos dominar por quienes pretenden erradicar la manifestación gloriosa de los hijos de Dios.