Según una de las mejores periodistas del siglo XX, Oriana Fallaci, las cruzadas fueron la respuesta a cuatro siglos de invasiones, ocupaciones, vejaciones y carnicerías del islam. Fueron una contraofensiva para bloquear el expansionismo islámico en Europa. Para desviarlo hacia Oriente, la India, China, incluso hacia Rusia y Siberia, donde los Tártaros convertidos al islam, estaban ya difundiendo el Corán [1].
Concluidas las Cruzadas, los hijos de Alá volvieron a torturar Europa como antes, y más que antes. Esta vez por mano de los turcos del Imperio otomano. Un Imperio que hasta el año 1700 concentró sobre Occidente toda su codicia, su voracidad, y transformó Europa en su campo de batalla preferido [2].
En 1356, es decir, ochenta y cuatro años después de la Octava Cruzada, los turcos se apropiaron de Galípoli, la península que a lo largo de cien kilómetros se extiende por la orilla septentrional del estrecho de los Dardanelos. Desde allí partieron hacia la conquista de la Europa sur-oriental y en un abrir y cerrar de ojos invadieron Tracia, Macedonia y Albania. Doblegaron a la Gran Serbia, paralizando Constantinopla que quedó aislada del resto de Occidente [3].
En 1396 detuvieron su avance para hacer frente a los Mongoles (también islamizados), pero en 1430 retomaron la marcha ocupando la veneciana Salónica. Tras arrollar a los cristianos en Varna en 1444, se aseguraron la posesión de Valaquia, de Moldavia, de Transilvania, en definitiva de todo el territorio que hoy se denomina Bulgaria y Rumania [4]. Un capítulo aparte merece el asedio y posterior conquista de Constantinopla en 1453.
Los turcos fueron los primero en Europa en tener un ejército permanente desde la época romana. El Imperio otomano vivía para la guerra; todos sus gobernadores eran generales; todos los policías eran jenízaros; cada paso montañoso tenía sus propios guardias y en cada camino había un puesto militar. El Imperio se preparaba para la tarea que mejor desempeñaba y con la que aparentemente más disfrutaba: ir a la guerra [5].
La segunda bestia del Apocalipsis
Creemos que una de las claves para desentrañar algunos de los misterios del libro de Apocalipsis es un acercamiento a la historia. Según mi maestro Egom Sanstrom, gran parte del contenido del último libro de la Biblia es historia pasada, queda muy poco por cumplir. Otra cosa es que se repitan periódicamente acontecimientos similares, porque no hay nada nuevo debajo del sol.
Desde el año 96 d.C., cuando se escribió el Apocalipsis, hasta el 2016 actual, han ocurrido muchos acontecimientos históricos que no pueden ser pasados por alto. Uno de ellos es el advenimiento del islam en el año 632 d.C. con sus invasiones de la cristiandad de una manera fulgurante; y otra la llegada de los turcos a través del Imperio otomano en el siglo XIV, que le dio un nuevo impulso, cuando la dinastía de los abasidas estaba en decadencia.
En este sentido vemos en los textos del libro profético de Juan una clara alusión a estas dos invasiones brutales, que relacionamos con las dos bestias mencionadas, y que se mantuvieron durante siglos, estableciéndose en naciones tradicionalmente cristianas, anulando la fe bíblica e implantando el islam, produciendo así una gran apostasía, a la vez como respuesta a la decadencia de la cristiandad. Todo ello nos permite ver un paralelismo abrumador con el rebrotar actual del islamismo radical salafista, que no es otra cosa que regresar al islam de los orígenes, el de las conquistas, la esclavitud, la intolerancia y la muerte en masa.
Fijémonos en este texto de Juan: La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será [6].
Identificamos aquí al imperio babilónico, que había sido en tiempos de Nabucodonosor; en la época de Juan no era (el Imperio que dominaba el mundo en ese momento era el Romano); y que vendría. Está para subir del abismo (creemos que se trata del sistema político-religioso islámico que aún no había aparecido, lo hizo en 622 d.C.) y hacer daño a la tercera parte del sol [7], la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, todas ellas figuras de Cristo, la iglesia y los líderes; en definitiva, de la cristiandad predominante en los días cuando apareció el islam en la historia.
La bestia ha rebrotado con fuerza. Podemos ignorarla, como hacen muchos de nuestros políticos y medios de comunicación, pero los que tienen ojos abiertos saben que la naturaleza del islam contiene un germen que sobrepasa la razón humana, no es racional, es supra racional, procede del abismo e irá a la perdición.
Las cruzadas fueron una respuesta frustrada ante el avance de la bestia y su fuerza; finalmente se frenó su expansión; luego llegaron los turcos otomanos y le dieron nueva vida, como si la herida mortal del islam hubiera sido sanada [8]; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia; y hacía que los moradores de la tierra adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. El que tenga oídos para oír, que oiga.
En cierta ocasión, los representantes del sistema religioso pidieron a Jesús que callara a aquellos que daban voces alabando al Dios de Israel en la persona del Mesías, clamando por el rey que viene en el nombre de Señor. El Maestro les respondió: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían [9].
Hay algunas piedras clamando hoy en forma de políticos, periodistas, escritores y algunos predicadores, anunciando la devastación de la bestia en Oriente Medio, Europa, África y otros lugares, pero el oído de este pueblo y esta sociedad se ha endurecido y cerrado para no oír. La soberbia nos ciega. La dureza del corazón apaga la luz de la verdad. Mientras tanto, avanza el mal en sus múltiples formas.
El evangelio anuncia la victoria de aquel que monta el caballo blanco, cuyo nombre es Fiel y Verdadero [10]; el que ha salido para vencer, porque es vencedor; y los que están con él son llamados, elegidos y fieles [11]. Amén.
NOTAS:
[1] – La fuerza de la razón. Oriana Fallaci.
[2] – Ídem
[3] – Ídem
[4] – Ídem
[5] – Los señores del horizonte. Jason Goodwin
[6] – Apocalipsis 17:8
[7] – Apocalipsis 8:12
[8] – Apocalipsis 13:3,12
[9] – Lucas 19:37-41
[10] – Apocalipsis 19:11
[11] – Apocalipsis 17:14