El Corán, libro sagrado de la fe islámica, enseña que Ismael es el hijo de la promesa dada a Abraham. Se dice también que ambos construyeron la Kaaba de la Meca, y que fue a Ismael a quién Abraham llevó al monte para sacrificar en lugar de a Isaac, como dice la Biblia.
También enseña el Corán que ahora el pueblo elegido es la Umma, la comunidad musulmana en toda la tierra. Sois la mejor comunidad humana que jamás se haya suscitado: ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Dios. Si la gente de la Escritura [judíos y cristianos] creyera, [es decir, en Alá y su enviado Mahoma] les iría mejor. Hay entre ellos creyentes, pero la mayoría son perversos (Sura 3:110).
De esta forma se subraya en el libro coránico la superioridad religiosa de la comunidad musulmana sobre el pueblo o la gente de la Escritura, es decir, judíos y cristianos. De un «plumazo» han cambiado la elección de Israel como pueblo escogido por Dios; a Isaac por Ismael; y el cuerpo de Cristo, la iglesia, por la Umma.
La Biblia dice una cosa bien distinta
Toda la revelación bíblica se sustenta sobre el llamamiento que Dios hizo a Abraham para que de su descendencia fueran bendecidas todas las familias y naciones de la tierra. Esa bendición llega a través del hijo de la promesa, es decir, Isaac. Y la simiente que había de venir, es decir, Cristo, viene a través del hijo de la promesa hecha a Abraham, o sea, Isaac.
Todo el contenido bíblico señala inequívocamente a la simiente de la mujer que había de venir para derrotar a la serpiente, el diablo y Satanás. Identificar esa simiente es crucial para encontrar el camino de salvación y redención. Desde Génesis hasta Apocalipsis el hijo de la mujer que había de venir, el Mesías prometido, es Jesús, hijo de Abraham, Isaac e Israel.
El apóstol Pedro predicando a los judíos dijo lo siguiente: Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable [el islam se apropia de esta palabra para señalar a Mahoma como el profeta anunciado]; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada de pueblo. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra [1].
Por su parte, el apóstol Pablo, a quién el islam odia especialmente acusándole de haber cambiado el mensaje de Dios más que ningún otro, enseñó en su carta a los gálatas lo siguiente: Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava [Ismael], el otro de la libre [Isaac]. Pero el de la esclava nació según la carne [Ismael]; más el de la libre [Isaac], por la promesa… Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne [Ismael] perseguía al que había nacido según el Espíritu [Isaac], así también ahora. Más ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre [2].
Cambiar la línea genealógica mediante la cual nos llega el Mesías de Israel para salvar a los creyentes, es inventar otro camino, otro Jesús, otro Espíritu, otra salvación. Lo han hecho muchos a lo largo de la historia de la revelación de Dios, también el islam, levantando otro edificio, otro cuerpo, otro pueblo, otro profeta, otro señor; en definitiva, un camino de salvación contrario al único camino de salvación trazado por la soberanía de Dios.
La Escritura no deja duda: Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos [3]. Amén.
Notas:
[1] – Hechos 3:22-26
[2] – Gálatas 4:21-31
[3] – Hechos 4:11,12
