A la ley y los profetas

Judea y SamariaEl profeta Ezequiel sobre Edom/Esau

Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, pon tu rostro hacia el monte Seir, y profetiza contra él, y dile: Así dice el Señor Dios: He aquí estoy contra ti, monte Seir, extenderé mi mano contra ti, y te convertiré en desolación y en soledad. Dejaré en ruinas tus ciudades, y serás convertida en desolación; y sabrás que yo soy el Señor. Por cuando tuviste enemistad perpetua y entregaste a los hijos de Israel al poder de la espada en el tiempo de su calamidad, en el tiempo del castigo final  (Ezequiel 35:1-5 LBLA).

         Está escrito que por dos o tres testigos se decidirá todo asunto (2 Co.13:1). Diversos profetas de Israel profetizaron sobre Edom. Su mensaje es coincidente. Lo cual viene a confirmar que en el consejo celestial se emitió una palabra determinante sobre la descendencia de Esaú. El Señor estaba en contra de esta nación y emitió su juicio definitivo para que quedara en desolación, soledad y ruina.

No se puede resistir la voluntad soberana de Dios. La soberbia del hombre levanta sus argumentos altivos contra el consejo de Dios, pero debemos aprender que no se puede resistir a Dios. Es Dios quién resiste a los soberbios; y es al diablo a quién debemos resistir, sometiéndonos al Señor. Cuando no estamos dispuestos a humillarnos ante el Rey del Universo, será el mismo Señor quién nos doblegará y entregará a desolación y ruina.

Está escrito que un día toda rodilla se doblará delante del Señor, y toda lengua confesará que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre. Hoy podemos hacerlo voluntariamente, aceptando la voluntad del Señor sobre nuestras vidas y que no llegue a nosotros el día del juicio anunciado sobre los que participan de la misma naturaleza edomita. Si rechazamos la bondad de Dios el día de salvación, nos encontraremos con su ira que no podremos eludir.

El juicio sobre Edom vino por causa de su enemistad perpetua hacia Israel. Esa enemistad no agradó a Dios, y Él no ha cambiado.

La cruz de Jesús ha derribado toda enemistad y pared intermedia de separación entre el judío y el gentil. Si rechazamos la intermediación de la sangre derramada del justo en la cruz del Calvario para nuestra reconciliación, estaremos frente a la ira del justo juicio de Dios sobre una naturaleza impía, incapaz de arrepentirse.

Esaú no solo mantuvo su enemistad hacia Israel, sino que aprovechó sus momentos de máxima debilidad para hacerle el mayor daño posible. Esta palabra se levanta hoy también sobre todas las naciones que se empeñan en el antisemitismo y el odio a Israel. El juicio será el mismo: desolación, soledad y ruina.

         Mantener la enemistad hacia Israel es oponerse a Dios. El antisemitismo es pecado. La teología del reemplazo no es la voluntad de Dios.

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