La enseñanza de Pablo sobre el misterio de Israel
(Segunda parte)
Siguiendo en el capítulo once de Romanos vemos que Pablo reconoce que algunas de las ramas de Israel fueron desgajadas de su propio olivo y en lugar de esas ramas han sido injertados los gentiles que han creído en lugar de ellas.
Observa que no dice que Israel ha sido desechado, sino algunas ramas; ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles (11:25); y luego, dice, todo Israel será salvo (11:26).
Bien, pues para poner equilibrio en su mensaje, Pablo les habla a los gentiles para que no se jacten por ello, ni se ensoberbezcan, sino que teman; porque si Dios no perdonó a las ramas naturales que fueron desgajadas, tampoco perdonará a los injertados si no permanecen en la bondad de Dios sino que por el contrario se vuelven arrogantes. Y usando una figura del mundo agrícola de lo más convincente, les dice a los gentiles: si vosotros siendo un olivo silvestre habéis sido injertados contra naturaleza en el buen olivo, las ramas naturales que fueron desgajadas de su propio olivo volverán a ser injertadas si no se mantienen en incredulidad.
Por tanto, sigue habiendo esperanza para algunas de las ramas que se endurecieron por su desobediencia, lo cual quiere decir que la parte principal del olivo sigue fiel a los pactos, las promesas, la promulgación de la ley, la adopción, la fe de los patriarcas y la aceptación de la mesianidad de Jesús. Es decir, el olivo no ha desaparecido, Israel como portador de las promesas de Dios sigue siendo el pueblo de Dios y en ese pueblo hemos sido injertados nosotros gentiles.
¿Quién es el olivo? El pueblo de Israel, el remanente fiel a los pactos, las promesas, o sea, la rica savia del olivo, y de esa rica savia hemos venido a participar nosotros si nos mantenemos en la fe de los padres, los padres de la nación israelita.
Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo, no seas arrogante para con las ramas; pero si eres arrogante, recuerda que tú no eres el que sustenta la raíz, sino que la raíz es la que te sustenta a ti. Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. Muy cierto; fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme; porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado. Y también ellos, si no permanecen en su incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo. Porque si tú fuiste cortado de lo que por naturaleza es un olivo silvestre, y contra lo que es natural fuiste injertado en un olivo cultivado, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo? (Romanos 11:17-14 LBLA)
Y en los últimos versículos del capítulo 11 de Romanos Pablo viene a poner, una vez más, equilibrio en lo que parecen dos posturas difíciles de armonizar. A lo largo de su exposición se está debatiendo en un conflicto. Por un lado deja claro que Dios no ha desechado a su pueblo, por otro, ve que muchos judíos se han convertido en enemigos del evangelio y se han endurecido, como él mismo lo fue en un tiempo pasado; y a la vez los gentiles han creído en el anuncio que proclamaron los profetas en cuanto al Mesías en la persona de Yeshúa; y para que éstos no se ensoberbezcan y se vuelvan arrogantes les tiene que enseñar a mantener una posición de afecto al pueblo de Israel para provocarlos a celo y ganar en lo posible a muchas de esas ramas desgajadas que se mantienen en incredulidad al evangelio. Este encaje de bolillos, este trabajo de equilibrista, lo culmina el apóstol de los gentiles entendiendo que hay en todo ello un misterio de difícil comprensión y complejo en su exposición. Es el mismo conflicto que tenemos nosotros cuando queremos explicar este asunto sin caer en desequilibrios ni doctrinas extrañas en un extremo u otro. Bien, vamos a leer el texto final de Pablo en esta carta a los Romanos y luego meditamos en algunos aspectos.
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos (Romanos 11:25-32 RV60).
Ignorar este misterio. ¿Qué quiere decir? Porque si es un misterio es normal que se ignore porque no se comprende. Pero no es el sentido que le da aquí Pablo, si no que debemos entender, después de todo lo expuesto y habiendo tratado de explicarlo de la mejor manera, que en todo ello hay una parte de misterio de difícil comprensión, y si ignoramos este hecho podemos caer en arrogancia, como por otra parte ha ocurrido históricamente, mostrando con ello que no hicimos caso al apóstol de los gentiles, si no que ignoramos el misterio para caer en orgullo espiritual y dar un fruto malo con semejante actitud.
Ya hemos dicho en otro lugar que el endurecimiento de Israel ha sido en parte, y eso hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles, lo cual quiere decir que las otras partes del todo (Israel) no se endurecieron, si no que creyeron en el Mesías, aunque con el desarrollo de los acontecimientos, especialmente después de la destrucción del templo y la devastación que llevó a cabo el emperador Adriano en el 132 d.C. de la tierra de Israel, se consolidó la separación entre los primeros discípulos de Jesús y el pueblo gentil con un liderazgo de trasfondo helénico que alejó las posiciones y consolidó la fractura creando una división contraria a lo expuesto por el mismo apóstol Pablo en la carta a los Efesios y que más adelante veremos.
Se habla también en este pasaje de un día cuando todo Israel será salvo, y eso apoyado por el testimonio de los profetas, en este caso de Jeremías (Jer. 31:33,34). Una vez más vemos que Dios no ha rechazado a Su pueblo, porque en cuanto a la elección son amados por causa de los padres ¿Qué padres? Los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, padres de la nación hebrea. Y esa elección y llamamiento es irrevocable. Dios nunca ha revocado los pactos con Abraham, Isaac y Jacob y su descendencia para siempre.
Vivimos, pues, en el tiempo cuando el pueblo gentil debe anunciar el evangelio habiendo alcanzado misericordia por la desobediencia (no su rechazo, ni reemplazo como pueblo) de ellos (los judíos); porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. Con el anuncio del evangelio surgió una congregación de muchos pueblos y naciones que hemos llamado la iglesia, y que Pablo llama el Cuerpo de Cristo. En el próximo capítulo meditaremos en los textos de la carta a los Efesios, donde volvemos a encontrarnos con este tema que confirma y amplía lo ya visto en Romanos.