Los protocolos de los sabios de Sión (5)

los-protocolos-de-los-sabios-de-sion-matheiu-golovinskiEL DESARROLLO DE UNA GRAN MENTIRA

         Vemos que el documento final conocido como los Protocolos tuvo un recorrido diverso. Para poder seguir su itinerario veamos el proceso que se siguió. Primeramente se escribió un libro titulado Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, cuyo autor fue un francés de nombre Maurice Joly, editado originalmente en Bruselas el año 1865, que iba dirigido al emperador Napoleón III.

         En los Protocolos se sustituyó a Napoleón III por los judíos y a Francia por el mundo, se redujeron los 25 diálogos a 24, y se obtuvo un impactante texto acerca de los planes maquinados por los judíos para hacerse con el dominio del mundo. El escritor fue Mathieu Golovinski, obrando bajo las órdenes de Pyotr Ratchkovski, que era el delegado en Francia de la política del zar de Rusia.

         La intención de Ratchkovski era convencer al zar Nicolás II de que la modernización industrial y financiera de Rusia respondía a un perverso plan de los judíos, cuya intención era hacerse con el poder. Como el zar no le creyó, Ratchkovski agudizó su ingenio para convencer al zar de sus postulados. Para ello encargó al escritor de panfletos Golovinski, que redactase un texto en el que mostrase que un grupo de judíos en una reunión secreta urdían planes para el dominio del mundo. Esa reunión fue el congreso sionista realizado en Basilea en 1897. El congreso tuvo lugar en ese año, pero no con los fines que los Protocolos le adjudicarían.

         Mas tarde se haría llegar el panfleto al zar a través de su nuevo confesor y místico, Serge Nilus, quién a su vez fue el primer editor de los Protocolos. Como el zar volvió a rechazar la influencia de Nilus, y este fue destituido de su cargo, escogió una vía alternativa para desde Francia hacer llegar el documento de manera indirecta.

         Como vemos, todo un entramado para aprovechar el auge del antisemitismo, que en esos días estaba en pleno apogeo en Francia a través del caso Dreyfus (un affaire que acusó falsamente a un oficial militar judío de traición), y que estaba muy arraigado en el imperio ruso, (donde ya se habían celebrado diversos pogromos), para servir a fines políticos.

         La primera edición completa de los protocolos tuvo lugar en la Rusia de 1905, aunque hubo una edición abreviada que apareció en el periódico Znamia (la Bandera) en 1903. En la década de 1920 se multiplicaron las traducciones: al inglés, polaco, sueco, portugués, francés, japonés, árabe y español. El industrial americano Henry Ford, defendió su autenticidad y promovió su difusión en EE.UU. En 1923 Alfred Rosenberg, ideólogo del nazismo, publicó un estudio acerca de la veracidad de los Protocolos, y en 1925 Adolf Hitler los citó en su libro Mi lucha.

         Si a todo ello le añadimos que ya se había producido la revolución rusa,  en la que muchos vieron el resultado de la conspiración anunciada en los Protocolos, la verosimilitud del fraude con tintes perversos volvió a encontrar un chivo expiatorio para culpar a los judíos de todos los males del mundo. Nada nuevo debajo del sol.

Después del establecimiento del nuevo Estado de Israel en 1948 volvieron a reaparecer traducciones de los Protocolos al árabe. El texto sigue siendo usado por grupos extremistas islámicos como Hamás y los Hermanos Musulmanes de Egipto.

         Cómo se descubrió la falsedad de los Protocolos lo veremos en la próxima entrega.

Continuará…

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