La teología del reemplazo (5)

Textos en los que se basa la teología del reemplazo

Reemplazo          La argumentación para consolidar la postura de rechazo a Israel como pueblo de Dios se funda básicamente en unos pocos textos que vamos a examinar. Uno de ellos dice: el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él [1]. Vamos  a ver ahora el contexto del pasaje y notar que el Maestro se está refiriendo a los edificadores.

Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo. Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos?  Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará. Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.  Pero al buscar cómo echarle mano, temían al pueblo, porque éste le tenía por profeta [2].

         ¿Quiénes son los edificadores en este contexto? La respuesta la encontramos en el mismo texto: los principales sacerdotes (saduceos, las autoridades del templo) y los fariseos, así lo entendieron ellos mismos. No está hablando de la totalidad del pueblo, porque el pueblo le tenía por profeta. Así mismo lo entendió el apóstol Pedro cuando le condujeron ante las autoridades religiosas (los gobernantes, ancianos, escribas, el sumo sacerdote Anás y Caifás y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes Hechos 4:5-6) para que dejaran de hablar y enseñar en el nombre de Jesús. Esta fue la respuesta del apóstol:

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos [3].

         La fortaleza del testimonio de Pedro tiene un componente añadido, y es que eran las mismas autoridades que habían acusado a Jesús unos días antes y a las que la mayoría temía, incluido el apóstol del Señor que le había negado y huido en aquellos días de tinieblas sobre la ciudad de Jerusalén. Ahora muchos judíos habían creído en Jesús como Mesías, llegaron a ser millares de  millares según Hechos 21:20, que continuaron viviendo como judíos, a pesar de que las autoridades nunca reconocieron la mesianidad del galileo. Este mismo argumento sirve para otro texto que se presenta como prueba de la doctrina que estamos contradiciendo, se encuentra en Juan 1:9-12.

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

         Jesús mismo dijo que no hay profeta sin honra sino en su propia tierra y entre los suyos. Hubo un tiempo en que ni siquiera sus hermanos creyeron en él [4], aunque más tarde comprendieron que en Jesús se cumplían las palabras de los profetas y fueron testigos de su resurrección. Pues bien, extender el argumento a la totalidad comporta un atropello de la verdad y una injusticia al pueblo de Israel.

        Hay que recordar que todos los apóstoles eran judíos, todos los escritores del Nuevo Testamento, menos Lucas, eran judíos; durante los primeros años todos los que se convertían a la fe de Jesús eran judíos, hasta que con Cornelio se abrió la puerta a los gentiles y las demás naciones. Por tanto, no podemos ignorar los acontecimientos que narra el libro de los Hechos de los apóstoles, la vida de los primeros discípulos, llamados cristianos por primera vez en Antioquia.

         El evangelio se extendió rápidamente a través de judíos y algunos gentiles convertidos. Se predicó en primer lugar a los judíos en sus sinagogas, y aunque es cierto que muchos se constituyeron en enemigos del mensaje anunciado por los apóstoles, no por ello podemos concluir que el pueblo de Israel rechazó a su Mesías en su totalidad. Fueron principalmente las autoridades, que a través de su influencia produjeron una resistencia que afectó a la marcha de la nación. El apóstol Pablo lo expresó con estas palabras: Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios [5].

         Otro de los episodios que suele presentarse para validar la defenestración de los judíos es la acusación de pueblo deicida. ¿Qué quiere decir esto? Que los judíos mataron a Jesús y que proclamaron ante Pilatos: su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos [6]. A esta proclamación respondió el Señor en la misma cruz con estas palabras: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen [7]. Además hay que decir que ese argumento de acusar a los judíos de matar a Jesús, o matar a Dios como se dijo después, demuestra una ignorancia alarmante del plan de redención. Jesús mismo dijo que: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y también les dijo: Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos [8]. En el primer mensaje del apóstol Pedro después de Pentecostés les dijo a las personas que habían participado en el proceso de la condena a Jesús, lo siguiente: A éste (Yeshúa), entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis… [9]. Y en su segundo discurso volvió a repetirles el mensaje.

Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de todos vosotros. Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo [10].

  camino        Una misma Escritura puede usarse para vida o para muerte. El apóstol reconoce que ellos han negado y matado (junto con la sentencia del gobernador romano) al Autor de la vida, pero expone que lo han hecho por ignorancia y que Dios ha cumplido de esta manera la palabra de los profetas que ya estaba anunciada. Además los llama hermanos, algo impensable si Pedro hubiese creído la teología del reemplazo. Por tanto, si tenemos que acusar a alguien de la muerte de Jesús es directamente al Padre (lo cual es un dislate); o al mismo Jesús que estuvo dispuesto a aceptar la voluntad de Dios (Hebreos 10:7-10), y a cada uno de nosotros, porque todos hemos pecado y todos hemos necesitado la muerte expiatoria de Jesús para satisfacer la justicia de Dios y ser declarados justos. Las mismas palabras de Jesús en Juan 10:17,18 dejan claro que él no estaba pensando en buscar culpables de su muerte, sino que él mismo ponía su vida para volverla a tomar.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mi mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

         La muerte de Jesús es para justificar al pecador, no para condenar a sus ejecutores materiales, aunque en realidad todos hemos sido culpables de esa muerte vicaria. Por tanto, acusar al pueblo de Israel de pueblo deicida y cargarle la maldición de haber dado muerte al Mesías es una iniquidad que sólo puede surgir del mismo infierno. Pues bien, esta mentira ha sido usada a lo largo de demasiado tiempo (aún se sigue haciendo en algunos círculos) y es hora de que alcemos la voz para deshacer semejante falacia. La proclamación del evangelio siempre lleva implícito el anuncio de la muerte y la resurrección de Jesús, y en esa obra perfecta y acabada es anunciada vida a todos los pecadores. La falta de revelación del evangelio (que es un misterio revelado, dice el apóstol Pablo) ha producido una ceguera que ha conducido a cometer actos indignos de aquellos que se confesaban seguidores de la religión cristiana.

         Bien, se preguntarán algunos, si Israel sigue siendo el pueblo de Dios ¿significa eso que hay dos pueblos? ¿Donde colocamos a la iglesia? Además, si hay judíos que no han creído en Jesús como Salvador ¿son salvos? Y si no son salvos ¿pueden ser el pueblo de Dios todavía? En nuestra doctrina evangélica no encaja la idea de que alguien pueda ser del pueblo de Dios sin haber levantado la mano en un culto o recitar una oración aceptando a Jesús como Señor y Salvador. No entra en nuestros parámetros mentales y doctrinales el que podamos pensar en términos de pueblo sin haber pasado por el proceso o sistema religioso que tenemos en nuestras iglesias para definir al pueblo de Dios. Nos hemos alejado tanto de las raíces hebreas de nuestra fe, y hemos dado tanto lugar a la arrogancia y la exclusividad que el orgullo espiritual nos impide ver otra cosa que no sea el marco doctrinal que hemos asimilado por generaciones, lo cual me vuelve a recordar el pecado de Jeroboam y cómo se vuelve tan sólido al unirlo con las tradiciones culturales y territoriales.

         Con esto no estoy minimizando la importancia que tiene la doctrina, soy un defensor de la sana doctrina, y creo que hay que luchar ardientemente por la fe dada una vez a los santos. No soy trivial con un asunto de tanta trascendencia, pero eso no excluye el que debamos revisar teologías que han causado un daño tan grande como la que estamos estudiando.

        Por supuesto que hay que creer en Jesús para nacer de nuevo, pero debemos recordar una vez más que él es la simiente de Abraham, él es en quién se cumplen las promesas dadas a Israel y su descendencia, y que nosotros gentiles hemos sido incluidos en ellas por la fe. La salvación  viene de los judíos. La revelación del Dios único fue dada a este pueblo y nosotros, gentiles, hemos sido incluidos en esas promesas y pactos. Para comprender mejor todo esto vamos a examinar los textos donde el apóstol Pablo aborda este tema en particular. Será en el próximo capítulo.

[1] – Mateo 21:43

[2] – Mateo 21:33-46

[3] – Hechos 4:8-12

[4] – Juan 7:1-9

[5] – Romanos 11:28,29

[6] – Mateo 27:25

[7] – Lucas 23:34

[8] – Lucas 24:26 y 44

[9] – Hechos 2:23

[10] – Hechos 3:14-21

Próximo capítulo: La enseñanza de Pablo sobre el misterio de Israel

 

Download PDF

Deja un comentario